Tontos
No se conoce el caso de ningún tonto que se haya rodeado de listos para el desempeño de una función determinada. Y no por miedo a que le quitaran la silla, que eso ya implicaría alguna capacidad de discernimiento, sino porque a los tontos les pasa lo que a todo el mundo: que les gusta estar en su ambiente.Uno se pregunta a qué clase de tonto se le ha ocurrido obligar a los drogadictos a estar en casa a las diez de la noche, pero mucho más inquietante resulta pensar que esa genial idea ha pasado por varias manos o varias comisiones para llegar intacta al presidente de un partido que la ha hecho pública, sin ningún rubor. Ahora que, puestos a elegir, es más significativo el apartado que dice que cuando el drogadicto se porte mal podrá ser convocado a la Presencia del gobernador civil.
El colegio, como podemos comprobar, fue una buena representación del mundo. Todo lo que nos pasó allí continúa sucediéndonos ahora; todos los modelos de autoridad que allí sufrimos se reproducen con asombrosa fidelidad. Tenemos al cura gritón y amenazante en Corcuera; al cura despistado en Narcís Serra; a la monja pellizcona y sibilina en Matilde Fernández; al primero de la clase en Ruiz Gallardón... Nos faltaba el tonto de si te portas mal, al despacho del director. Ya lo tenemos.
O sea, que el modelo de la vida es ése, el del colegio, y ni siquiera el del colegio mayor, que ahora ya les dejan llegar tarde y comer fuera. Esto es horrible, despide una flagrancia intolerable, sobre todo si pensamos que hay, miles de drogadictos por Madrid inyectándose matarratas y leche maternizada que deben alucinar cuando oyen que les van a enviar al despacho del gobernador civil, del dire, si llegan tarde a casa.
Como en el colegio también, se valora más la sumisión que la eficacia.
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