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Cuando los patriarcas perdieron el bastón

Las estructuras de autoridad en la sociedad gitana se quiebran con la droga y el consumismo

En Plata y Castañar, un poblado de viviendas de tipología especial, creado en 1988 por el Consorcio para el Realojamiento de la Población Marginal en el distrito madrileño de Villaverde, todavía mandan los patriarcas. El tío Basilio y el tío Emilio son, además, presidente y vice presidente, respectivamente de la Asociación de Vecinos, montada con leyes payas, aunque al estilo gitano. "Aquí la droga no entró, no la dejamos entrar", proclaman con orgullo. De ello se encargaron los ancianos desde el principio. Y fue posible porque estas viviendas se construyeron pensando con dos dedos de frente en la población que tenía que habitarlas, personas que por su trabajo como chatarreros o vendedores ambulantes todavía no podían instalarse en un piso alto. Aquí, en el grupo de casitas que Juan Montes diseñó teniendo en cuenta querencias y costumbres, aún se vive al viejo estilo. Los mayores toman el sol a la puerta, y los jóvenes se les acercan para comentar el último problema surgido en el mercadillo, la última persecución de los municipales.Pero en los grandes núcleos de marginación gitana, en las bolsas de miseria en donde el tráfico a pequeña escala ha echado raíces, en donde la adicción constituye a menudo la única salida, los viejos de respeto tienen poco que hacer, como lo demuestra el hecho de que deban organizarse para exigir -con escaso éxito- una obediencia que antes era automática. La sociedad de estos otros españoles se descompone. Su mundo, que creció paralelo al nuestro durante cinco siglos sin apenas rozarlo, se disuelve.

El carácter patriarcal, de varios linajes de profundidad, marcaba su organización e influía en temas tan importantes como el reparto de territorio, las relaciones de amistad o enemistad con otros linajes, la base económica y la perpetuación del linaje mismo, férreamente defendido a través del control de las hijas, por la tía, de su virginidad como garantía para la producción de varones. Ahora, a medida que los jóvenes disponen del dinero fácil que proporciona el caballo, y que se convierten también en sus víctimas, se someten a la sociedad de consumo propuesta por los payos, abandonan las viejas leyes, y hasta se produce el fenómeno -impensable hace unos años- de la prostitución de muchachas. Los especialistas en temas de desarrollo gitano, que durante años han tratado de romper esa obediencia en beneficio de una integración que, respetando su cultura, les proporcionara lo que les conviene de la nuestra, contemplan con desilusión esta quiebra que se produce a cambio de nada. Mejor dicho, a cambio de lo peor de nuestro mundo.

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