Naturaleza abismal de Per Kirkeby
La gran oleada que, en el umbral de los ochenta, situó en el foco central de atención a una cierta pintura norte y centroeuropea -asimilándola a esa nueva escena alemana que, como en el ejemplo que nos ocupa, cumplía el papel de paradigma aglutinante de una realidad geográfica algo más amplia- tenía, sin duda, sus mejores y más firmes bazas en un cierto número de artistas que poseían ya una densa trayectoria. Lo nuevo era en esos casos, antes que nada, la coincidencia circunstancial entre la oscilación del gusto general del momento y el espíritu de determinadas identidades creativas, firmemente asentadas en una larga evolución que, a menudo, había discurrido hasta entonces, cuando no a contracorriente, sí al menos lejos de la curiosidad de las modas. Como en otros casos singulares, esa circunstancia ha servido -con independencia de su carácter caprichoso- al reconocimiento general del artista danés Per Kirkeby (Copenhague, 1938) como una de las personalidades más rotundas y fascinantes de la actual escena europea. De formación original como geólogo y artista forjado en curiosidades múltiples, con incursiones que van desde la escritura al cine y una trayectoria que recorre las vanguardias radicales europeas de los sesenta y setenta, Kirkeby ha condensado finalmente lo esencial de su atención, durante toda esta última década, en los campos de la pintura y la escultura.
Per Kirkeby
Galería Gamarra y Garrigues. Doctor Fourquet, 12. Madrid. Octubre y noviembre.
La aproximación que Kirkeby establece sobre la naturaleza -esa visión íntima y abismal de lo real que siempre permanece en su obra como incitación germinal y confrontación última- toma en la obra una formulación turbadora, desconcertante, como de energía inerte, transparencia opaca, asentada turbulencia. Es siempre, como en sus construcciones con ladrillo de los primeros ochenta -arquitectura sin interior-, algo que se proclama y se hurta a un tiempo. El propio Kirkeby lo definiría ejemplarmente como una "indecisión lírica", una perplejidad que alcanza al artista en la propia elaboración íntima de la obra; y esa indecisión sólo alcanza el objetivo de su deseo -y sólo así arrastra nuestra fascinación- cuando finalmente posee, a través de su contradicción inquietante, una irradiación" esencial.
Esta primera muestra personal madrileña del gran artista danés ha reunido una espléndida selección de pinturas, esculturas y dibujos, obras fechadas entre 1983 y 1990, que permiten una aproximación cabal y emocionante al perfil de ese periodo de espléndida madurez en la trayectoria de Kirkeby. A través de muchas piezas de excelente magnitud -de "irradiación" cierta- nos asomamos con emoción a ese suntuoso enfrentamiento en el que el artista ha remansado, en una aparente facilidad melancólica, el flujo de su vértigo interior.
Babelia
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