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La tentación trabaja al lado

El sexo, elemento de provocación, premio o castigo, en las relaciones laborales

El sexo está tan presente en el trabajo como el reloj de fichar, la nómina o la confraternización de Navidad. "El que lo niegue es que no ha trabajado nunca", responden al unísono ellos y ellas cuando EL PAÍS les ha preguntado. Y al igual que en cualquier otra situación de la vid4, se puede vivir de forma normal, exigirlo desde una posición de poder o utilizarlo como instrumento para medrar o castigar. Hay acosadores, como ha destapado en oleadas internacionales el caso de Anita Hill, pero también mujeres que administran cuidadosamente sus atractivos como un arma.

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Las largas jornadas laborales, además de la educación sexual y costumbres de cada país, parecen ser el mejor caldo de cultivo para un tema que, cuando salta a las conversaciones, todavía continúa levantando auténticas ronchas. No todo el mundo se toma con naturalidad el comentario un tanto bestia, que a Carmen hasta le hizo gracia, viniendo de un gran compañero: "Princesa, a partir de ahora ya puedes decir que lo más gordo que has tenido entre las piernas ha sido mi moto".Ampollas ha levantado el caso del juez Thomas. Tanto que Javier L. se mueve con mayor cautela por su oficina. "A ver si por tocar en el hombro a una colega me va a llevar a los tribunales por acosador. ¿Cómo te defiendes?", se pregunta. Redactor jefe de un medio televisivo, se distancia de la vieja guardia de las jefaturas. "Nosotros somos distintos de- aquellos que tenían integrado el acoso como una atribución más del cargo". Lo que pasa es que a veces la colega -"generosamente desvestida"- que le quiere consultar algo "se acerca, apoyando las manos en mi mesa de forma que sólo veo un escote blanco y redondo hasta el ombligo". Es solo una de las sutilidades que aprecia "en un tipo de mujeres que quizá apuestan por bazas distintas a las profesionales".

Un color se le va y otro se le viene. "Si nosotros utilizáramos sólo la mitad de las cosas que usan las mujeres para estar más atractivas, nos tildarían de ligones playeros", comenta. Si ellos no van a la oficina marcando paquete, aducen, tampoco entienden por qué sus compañeras ahorran tanto paño. Antonio Martínez, gerente de una agencia de marketing, se las vio moradas para pedir a su comercial que abandonara sus "minis desbordantes". "Es verdad que la chica tiene mucho que enseñar. Está orgullosa y sus compañeros también de que lo enseñe, pero me da miedo que los clientes vean antes a la mujer que a la empresa, o simplemente que, dado como somos los españoles, que ni vean la empresa". "Yo es que creo en ciertas reglas del decoro, y a veces se cae simplemente en el exhibicionismo", añade.

Una secretaria "Ferrari"_

José María Prieto, profesor de Psicología del Trabajo en la Universidad Complutense de Madrid, es tajante en este tema: "No hay, en ocasiones, una conciencia clara de para qué sirve un vestido. Algunas alumnas, por ejemplo, aparecen en clase con atuendos propios de ir a la discoteca". Sin embargo, las reglas del sentido común conminan a aguantarse. Se mira, pero no se toca.

"Mis colegas", cuenta José Ignacio Espinosa, empresario de 36 años, "no podían creer que no me beneficiara a mi relaciones públicas, un Ferrari de 1,80". Espinosa se define corno "un tío opaco", pero reconoce que tras jornadas de 12 horas diarias uno puede llegar a fijarse en compañeras que pasarían inadvertidas en otro ambiente.

Feas o guapas. Lo mismo da para algunos, que, como El hombre que tenía rayos X en los ojos, no ven médicas, abogadas o secretarias, sólo cuerpos, objetos de deseo. Ejemplo: un jefe de un departamento de una empresa dividía a sus compañeras entre "trincables o no trincables". "En ningún lugar es posible obviar la presencia del sexo, pero no hay por qué genitalizarlo obligatoriarnente", dice la psiquiatra Norma Ferro.

En contrapartida, hay mujeres que ven marcada en la frente de su superior la palabra status. "Es algo que no se puede negar. Algunas utilizan el sexo para obtener ventajas o favores en el mundo laboral, igual que lo hacen en otros ámbitos de la vida, como, por ejemplo, para obtener un matrimonio de conveniencia", manifiesta Justa Montero, representante del movimiento feminista. Pero marca la diferencia entre esta relación laboral y el acoso sexual. "Se da en ámbitos de trabajo muy reducidos y generalmente con reciprocidad".

"Además son más románticas", cuenta Iñaqui, redactor de una revista de información. "Nosotros tuvimos una secretaria de dirección enamoradísima de su jefe, y se lo montó de cuidarle. Le llenó el despacho de plantas, con diferentes necesidades de agua para regar a todas horas; los cajones, de virutas olorosas. Hasta ahí, normal. Pero cuando se descubrió el pastel, resulta que había estado colgando todas las llamadas femeninas destinadas a su jefe y, si tenía que enviar flores a alguna mujer, escogía las más birriosas de la tienda".

Distintas estadísticas han confirmado que el acoso es ejercido mayoritariamente por hombres hacia mujeres desde una posición jerárquica superior. La pregunta es si sucede lo mismo cuando la mujer se incorpora a puestos directivos. "Estoy segura que no", contesta Inmaculada Álvarez, presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias. "El hombre se cree obligado a demostrar su machismo. Nosotras ya tenemos bastante con demostrar que valemos".

Inteligentes y seductoras

Maite Pérez, también empresaria, cree que sí lo hacen, pero de forma más sutil. "Y la peor es la directiva, la que aparentemente está por encima de estas cosas. Con sus subordinados ejerce el poder; la seducción, con sus iguales, para demostrar el cambio social de papeles". El mensaje, en otras palabras, es éste: "Además de inteligente y preparada, soy seductora. ¡Te chinchas!".

Otros factores a tener en cuenta. "Las mujeres desde pequeñas han sido educadas para ser encantadoras y seducir, y lo hacen consciente o inconscientemente", explica Norma Ferro. "En el trabajo, la mujer simultanea varios roles tradicionales", añade José María Prieto, refiriéndose a los papeles de madre, amiga y esposa. "El gran problema", apunta, "es que los hombres distorsionan las pautas amigables de la mujer y le dan una carga erótica que no tienen". La afirmación viene avalada por estudios experimentales realizados en EE UU y en la propia Complutense. De ellos se deduce que, frente a una misma proposición de relaciones sexuales, dos de cada tres hombres se sienten halagados, mientras que tres de cada cuatro mujeres se ofenden.

Prieto aclara que el tema se desdramatiza si la propuesta se hace fuera del trabajo. "Se supone que en la discoteca te involucras voluntariamente, mientras que en el trabajo la mujer puede interpretarlo como un atentado al principio de igualdad".

'Esa no es mi casa'

En 1974, José María Prieto inició un curioso trabajo en una empresa privada madrileña a instancias de un grupo de esposas mosqueadas con las largas jornadas laborales de sus maridos. La disculpa eran las horas extraordinarias. Y efectivamente, en aquella empresa se hacían en distintas magnitudes: muy pocas las trabajadoras casadas; moderadamente los solteros y en altos porcentajes las solteras y los casados.Cada uno tenía sus propios estímulos. Los jóvenes solteros, para pagarse sus copas, las solteras para costearse cursos o actividades culturales y los casados "aparte de un interés económico, porque todos ellos decían no identificarse con sus casas. Esa no es la mía, decían", revela Prieto. "¿Quién decide cómo será el salón, el cuarto de baño, la cocina, el dormitorio?", argumentan en su defensa.

A la luz de los datos, la jugada siguiente es fácil de imaginar. Jefe casado haciendo horas extras; compañera, asistente o secretaria, cerca y soltera. Madrid de tarde-noche. Zona céntrica, plagada de pubs. ¿Hace una copa antes de retirarnos?. La tasa de líos era alta, "Y todo sin la menor alusión al acoso sexual", concluye el psicólogo.

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