La mayor crisis entre EE UU y su más fiel aliado
"Hay que admitir que la intención del actual Gobierno norteamericano es empujar a Israel a las fronteras imposibles de 1967. Cualquiera que conozca un poco de la sensibilidad política judía aprecia que una frase así en boca de un dirigente israelí es casi una declaración de guerra. El exabrupto se explica mejor si se sabe que fue pronunciado esta semana ante un grupo de estudiantes judíos en Oxford por el ministro de la Vivienda de Israel, el ultra Ariel Sharon.
La posición de Sharon no representa necesarlamente la opinión de la mayoría de la población de Israel, ni siquiera la del propio Gobierno al que pertenece. Tampoco encuentra respaldo entre la poderosa comunidad judía en Estados U nidos, pero sí es un símbolo de que, por el éxito de la convocatoria de una conferencia de paz sobre Oriente Próximo, el Gobierno norteamericano ha tenido que pagar el precio de la mayor crisis de la historia en las relaciones con su más Fiel y caro aliado del mundo.
Algunos expertos en Washington piensan que, en realidad, todo es una tormenta en un vaso de agua, que la relación entre Estados Unidos e Israel es tan profunda y estratégica que supera las dificultades políticas coyunturales. Estados Unidos concede a Israel ayudas anuales de alrededor de 4.000 millones de dólares, defiende los intereses del Estado judío desde su creación y no dudó en desatar una guerra en el Golfo, en buena medida, para acabar con la amenaza iraquí contra Israel.
La Administración del presidente George Bush ha demostrado, sin embargo, una vinculación a Israel mucho menos sentimental, más fría, que cualquier otra administración anterior, y no ha titubeado en castigar a Israel cuando objetivos políticos de mayor altura lo han hecho necesario.
Presiones de Washington
En poco más de un mes, el Gobierno norteamericano ha congelado los avales para un crédito de 10.000 millones para la construcción de nuevos asentamientos judíos, ha condenado el vuelo de aviones israelíes sobre Irak y ha forzado al Gobierno de Tel Aviv a aceptar una presencia palestina en la conferencia de Madrid. Es mucho más de lo que Israel había visto en varios años. Durante años las administraciones norteamericanas parecian aceptar sin discusión el principio de que Israel no puede ser presionado. Lo que ha ocurrido ahora es que un presidente fuerte como George Bush ha venido a poner en dudas ese principio", afirma un miembro del lobbY judío en Washington.
Esa firmeza puede resultar cara en un país donde, como afirma Toby Elersinowitz, del Comité de Asuntos Públicos Americano-lsraelí, el principal lobby, en favor de Israel con 12 millones de dólares de presupuesto anual,la opinión pública está muy mentalizada sobre la necesidad de unas relaciones fundamentales entre Israel y Estados Unidos".
Hace pocos meses aparecieron páginas de publicidad en los principales semanarios norteamericanos en las que se descalificaba duramente la gestión del secretario de Estado, James Baker. El propio Bush tuvo que pronunciar un discurso en septiembre dirigido a la comunidad judía para contener un clima de desaprobación que podría perjudicarle en sus ambiciones electorales.
Algunas fuente en Washington interpretan que detrás de la tensión con Tel Aviv se oculta una total falta de entendimiento entre el primer ministro israelí, Isaac Shamir, y el presidente Bush. Un corresponsal israelí aquí cree, incluso, que el Consejero Nacional de Seguridad, Brent Scowcroft, presiona sobre Baker para que encuentre la manera de que Shamir abandone la jefatura del Gobierno.
Esta crisis se ha ido haciendo más evidente a medida que Estados Unidos se ha ido acercando a los países árabes y accediendo a algunas de sus exigencias para que se sienten en la mesa de negociaciones. El Gobierno norteamericano, que siempre ha tenido a Israel como único interlocutor en Oriente Próximo -y a Egipto en algunos temas- ha diversificado sus relaciones a raíz de la guerra del Golfo, e Israel ha visto como su diálogo de privilegio con Washington comenzaba a verse amenazado.
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