Casta, bravura y nobleza en los toros de Guardiola

PAU NADAL Sobre el papel, éste era el cartel de toreros menos apetecible del ciclo pilarista, pero a la postre fue el festejo más entretenido y en el que el público vibró más. Ello fue posible por diversas causas, pero muy especialmente por la presencia del toro en el ruedo, con sus pros y sus contras, más pros que contras esta vez, como la bravura, la movilidad, la raza y en algunos casos hasta la nobleza.

En época de desastres ganaderos, esta corrida supuso como un bálsamo para el aficionado que pudo presenciarla. Y había que ver a Luis Saavedra, el viejo y sabio mayoral de la casa Guardiola, destocándose cuando pasaba ante él el cadáver del bravo y noble Asustadito, en su póstuma vuelta al ruedo.

El primero se agotó algo y el cuarto acusó una cierta falta de fuerzas. Con ellos Esplá estuvo lidiador y, aunque no pudo cuajar faenas completas, mostró una vez más su inteligencia y su saber estar en la plaza.

Morenito de Maracay tardó algo en ver que al manso y encastado segundo se le podía sacar partido, lo que finalmente consiguió. Con Asustadito, el picador Antonio Pinilla realizó un gran tercio de varas y Morenito se recreó en los medios, con lentitud y temple, en una faena de muy buen corte.

El Soro divirtió al personal en el tercero, aunque toreó bastante despegado y refugiándose en el toreo efectista, con el que consiguió comunicar con los tendidos. Con el sexto, que no humillaba, no consiguió acoplarse en el último tercio.

Es justo citar que los tres diestros se preocuparon por lucir la corrida y que en el sexto protagonizaron un tercio de banderillas especialmente inspirado: Luis Francisco Esplá por los adentros, Morenito de Maracay quebrando y El Soro en un inverosímil par del molinillo. En definitiva, la emoción en la arena, gracias a la presencia y el juego del toro bravo.