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Nacionalismos y minorías

MAURICE DUVERGER

"No creo que el final del fin del progreso humano sea volver a constituir una Europa de las etnias, la Europa de las tribus", palabras pronunciadas por François Mitterrand en Berlín el 18 de septiembre, junto al presidente de la RFA. Esta irónica frase subraya lo arcaica que resulta la guerra civil yugoslava. Desde el Atlántico hasta Vladivostok se sigue con expectación la amenaza de rebelión de los eslavos del Sur. Los gagauzas de Moldavia, los tártaros de Crimea, los tayikistanos, los kirguises, pero también los eslovacos, los vascos, los corsos, los escoceses, podrían seguir el ejemplo de los eslovenos y los croatas, si estos últimos consiguen la secesión que persiguen. Europa no resistiría semejante fragmentación.Examinemos sus consecuencias sólo en el marco de los países que tienen la voluntad de entrar algún día en la CE. Los de la antigua URSS, excepto las repúblicas bálticas y Moldavia, se inclinan por formar una especie de comunidad euroasiática destinada a ocupar un apartamento separado dentro de la casa común.

No hay que confundir el principio de las nacionalidades con la autonomía de las minorías. Al recordar esto de manera incisiva, el presidente francés no hace más que extraer la lección de la historia. En el siglo XIX y después de la guerra de 1914-1918, el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos sirvió sobre todo para volver a unir pueblos divididos, incluso a costa de arrancarles algunos fragmentos a los imperios que se habían apoderado de ellos: Austria-Hungría y Turquía. La nación alemana y la nación italiana ocuparon el lugar de lo que antes era una dispersión de principados. Polonia volvió a reconstituirse después de sucesivos despedazamientos. Checoslovaquia y Yugoslavia se formaron a partir de una amalgama de etnias que en sí mismas no tenían la dimensión suficiente para constituir un Estado viable.

El recorte realizado por los tratados de 1918-1920 no fue tan malo como se ha dicho. Sólo tenía dos defectos. En primer lugar, lo exiguo de los tres países bálticos que se erigían respectivamente en Estados: pero ¿cómo podía ser de otro modo, después de que se hubieran resistido durante dos siglos a ser incorporados a Rusia, manteniendo a la vez las diferencias entre sí? Actualmente, su resurrección es igualmente necesaria, pero sólo serán viables si se federan entre sí y desarrollan estrechos vínculos que los liguen a Escandinavia. La exigüidad de Austria era igualmente inevitable, aunque se vio agravada por lo desproporcionado de este renacuajo, cuyo territorio parecía sólo un apéndice de la grandeza de Viena, antigua capital de un imperio multinacional. La neutralidad que sucedió a 1945 dio estabilidad a esta segunda Suiza, a la espera de que ambas ocuparan un lugar dentro de la Comunidad lo antes posible. De entre todas las etnias que quedan liberadas por la revolución rusa de agosto de 1991, sólo Moldavia tiene verdadero interés en abandonar lo que era la URSS para encontrar así el inicio de un renacimiento dificultado por las secuelas de la tiranía de Ceausescu.

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La creación de Yugoslavia no tuvo nada de artificial. Si los diplomáticos de la CE conocieran la historia de Europa, sabrían que en la tradición de Eslovenia y Croacia, que ahora luchan para fragmentarse en etnias, siempre ha habido mucha más inclinación por la unidad de los eslavos del Sur que por su desmembramiento. Los eslovenos nunca han constituido un Estado unificado, y los principados originales sólo fueron independientes a principios del siglo IX, antes de dividirse bajo el dominio alemán, húngaro y veneciano. Croacia sólo constituyó un Estado hasta 1102, cuando cayó bajo el poder de Hungría, en su mayor parte, aunque algunos elementos fueron más tarde administrados por Austria o Italia.

Para estos dos países, la Idea de independencia nació entre 1809 y 1813, en el marco de las Provincias Ilirias, constituidas por Napoleón en torno a Dubrovnik.

En Croacia, el Movimiento Ilirio de Ljudevit Gaj publicó entonces un periódico en el que se subrayaba que todos los eslavos del Sur constituían un mismo conjunto nacional y cultural. Más adelante, el poeta esloveno Valentín Vodnik cantaba a la resurrección de una Iliria que él consideraba vastísima. Una vez que Serbia se liberó del dominio turco y se transformó en monarquía constitucional, eslovenos y croatas sometidos a Austria-Hungría empiezan a vislumbrar el resurgimiento del sur. El hundimiento de los imperios centrales en 1917-1918 provocó la aparición en Zagreb de un comité nacional formado por el líder esloveno Korosec y el serbio Pribicevic, que se reunió inmediatamente con los delegados de Belgrado, lo que llevó a la proclamación del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, el 1 de diciembre de 1918. Dentro de este marco, los croatas reclamaron vehementemente una autonomía federal que les fue finalmente concedida el 23 de agosto de 1939. La invasión alemana les otorgó una categoría de Estado independiente que nunca antes habían reclamado. Éste se encarnó en la espantosa dictadura de Ante Palevitch, vasallo de los nazis, a quienes horrorizó su manera de masacrar a las minorías serbias. Algunas milicias croatas siguen protestando por ello.

En la Yugoslavia que se reconstituyó en 1945 bajo el Gobierno del croata Tito, sus compatriotas reemprendieron el combate que habían iniciado antes de 1939 para conseguir una autonomía federal que los eslovenos también exigían. La reforma constitucional de 1974 llegó bastante lejos en esta dirección, promulgando una presidencia colectiva cuyo portavoz pertenecería alternativamente a cada una de las nacionalidades: seguía un poco el modelo del Consejo de Europa de la Comunidad. No obstante, al mantenerse un partido único, el impacto de este sistema se atenuaba considerablemente. La voluntad de secesión que manifiestan actualmente Eslovenia y Croacia está ligada sobre todo al hecho de que ambas han disfrutado de unas elecciones que las han liberado de esta herencia del comunismo, mientras que éste sigue dominando en Serbia. Pero esto tiene que ser necesariamente una situación transitoria, en una Europa en la que incluso Albania parece estar en camino hacia el pluralismo.

La violencia del Ejército yugoslavo es deplorable. Pero responde a la falta de realismo de un Gobierno croata que ha proclamado

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Maurice Duverger es profesor emérito de la Sorbona y diputado en el Parlamento Europeo por el grupo comunista italiano.

Nacionalismos y minorías

Viene de la página anteriorla independencia sin disponer de los medios para establecerla, que ha reclamado la transformación de los límites entre regiones en el interior de un mismo Estado que sigue siendo soberano en fronteras internacionales y que ha pretendido que los soldados europeos apoyaran estas reivindicaciones, con lo que únicamente habrían conseguido transformar esta guerra civil desencadenada de forma ciega en una guerra internacional. ¿Por qué habría de favorecer Europa semejante empresa de secesión, que sería tan lamentable para ella como para los países que la reclaman y para el conjunto yugoslavo, que resultaría disgregado?

La Comunidad no podrá ampliarse hacia el centro y hacia el Este si los países que actualmente constituyen la zona se desmiembran en microestados, que fueron suprimidos en el siglo XIX por el principio de las nacionalidades y que resultarían aún más incongruentes en el siglo XXI. El interés supremo de nuestro continente, que la Comunidad tiene a su cargo, debería empujarla a hacer todo lo posible para impedir la dislocación de Yugoslavia y de Checoslovaquia, ambas llamadas a ocupar un lugar dentro de una Comunidad más amplia. Por el momento, los Doce sólo disponen de un medio para actuar contra los combates retrógrados y la regresión política en que se han embarcado los eslavos del Sur, y que otros podrían imitar: condicionar sus ayudas a un escrupuloso respeto de las fronteras internacionales reconocidas en 1945, proponiendo eventualmente mediaciones y arbitrajes que garanticen el respeto a las autonomías internas y la revisión de las estructuras federales o confederales. Los croatas y los serbios pudieron reemprender su vida en común en 1945, después de años de espantosas matanzas dirigidas por Palevitch. ¿Por qué no iban a ser capaces de hacer ahora lo mismo, tras unas cuantas semanas demenciales, durante las cuales los contactos políticos nunca han sido completamente interrumpidos? Lo importante es que se den cuenta de que hoy, como hace medio siglo, éste es el único camino viable.

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