La catástrofe de Rusia
Dimisiones y peleas entre los ministros mientras Yeltsin escribe sus memorias
Tras la victoria, la catástrofe: Rusia está sin primer ministro y sin presidente del Parlamento; dos vicepresidentes del Gobierno acaban de dimitir, y el presidente de la república, Borís Yeltsin, ha permanecido 15 días lejos de la capital, y al margen de la política de su república y de la URSS.
Mientras Yeltsin escribía sus memorias junto al mar, los ministros se peleaban entre sí, el vicepresidente del Parlamento criticaba pública y duramente a los secretarios de Estado, y éstos respondían en el mismo tono.Y por si todo esto fuera poco, la crisis política se ve agravada por la económica. Tras la victoria de agosto, cuando parecía que nada impediría que por fin comenzaran las auténticas reformas, el país se encuentra al borde del colapso, y el Gobierno ruso todavía no ha hecho prácticamente nada para estabilizar la situación.
La política -mejor dicho, una encarnizada lucha por el poder- se ha puesto, una vez más, por encima de la economía, y Rusia hasta el momento se ha negado a firmar el acuerdo económico rubricado en Almá Atá, el primero de este mes. Los políticos consideran -y en esto coinciden grupos opuestos del equipo del líder ruso, Borís Yeltsin- que el tratado económico puede revivir las antiguas estructuras del poder central y que atenta contra la soberanía económica de Rusia.
En vano, Grigori YavIinski ha tratado de explicar que eso es cierto sólo para la economía de distribución que ha existido en la URSS, pero no para la de mercado. En vano también ha tratado de tranquilizarles asegurándoles que si las leyes económicas se imponen, Rusia será, -debido a sus dimensiones y riquezas-, la república dominante.
Pretextos
Hay quienes piensan que las razones que se dan para rechazar dicho acuerdo son simplemente un pretexto para no firmar ningún tipo de tratado con nadie, y aplicar la línea del secretario de Estado ruso, Guennadi Búrbulis, quien ha declarado que Rusia debe proclamarse "heredera legitima" de la URSS. Es decir, la URSS deja de existir y Rusia hereda todas sus obligaciones y todos sus derechos (entre otras cosas, el poderío militar, incluidas las armas nucleares). Así, de hecho, se convertiría en un centro en torno al cual comenzarían a girar las ex repúblicas soviéticas, y si luego se le unen, ya lo harían exclusivamente bajo las condiciones rusas.Rusia también está preñada de conflictos: en el Cáucaso, los chechenes desean formar una república fuera de la Federación Rusa, los ingushes piden que se les devuelvan los territorios donde vivían antes de ser deportados en 1944, y los osetios del norte declaran el estado de alerta de sus fuerzas para defenderse de las pretensiones de los ingushes.
Las otras autonomías nacionales celebraban ayer una reunión urgente para impedir que las ideas del alcalde de Moscú, Gavril Popov, prosperen. Popov piensa que hay que eliminar las autonomías administrativas y seguir el ejemplo de otros países -concretamente de EE UU- y mantener las identidades nacionales a través de organizaciones culturales. Una idea de los ánimos enfrentados que existen en el Gobierno ruso, la da un incidente ocurrido ayer en la sesión a puerta cerrada del Parlamento. El vicepresidente de Rusia, Alexandr Rutskói , se mostró partidario de advertir a los separatistas que han tomado el poder en Chechenia que deben deponer las armas, y si éstos no ceden, utilizar la fuerza.
Y cuando el jefe del KGB ruso, Víktor Stepanenko, opinó que el proceso en Checheno-Ingushetia era muy complejo y que el uso de la fuerza llevaría a una nueva guerra caucásica, Rutskói saltó de su asiento como una fiera y dijo: "No es correcto que el presidente del Comité de Seguridad, que hasta ahora ha permanecido de brazos cruzados, se dedique a valorar la gestión del vicepresidente". Y luego de decir que Stepanenko no ha hecho "absolutamente nada", agregó: "Haré todo lo posible para que le echen de este puesto".
Carta a Siláiev
En el sureño balneario de Sochi, Yeltsin no sólo se dedicó a descansar y escribir memorias. También escribió una carta, por lo menos: su respuesta al ex primer ministro ruso Iván Siláiev, que hoy encabeza el Gobierno de la URSS. Yeltsin se negó a devolver al poder central las empresas, edificios, comunicaciones, aduanas y otras empresas que puso bajo jurisdicción de Rusia durante y después del fallido golpe de Estado de agosto. Según Yeltsin, el Comité Operativo de Dirección de la Economía de la URSS (CODE), que encabeza Siláiev, es una "estructura temporal y no constitucional".El conflicto entre el líder ruso y su ex primer ministro refleja el viejo (anterior a la intentona de golpe) conflicto entre el Centro y Rusia, que puede terminar con la luna de miel que desde agosto viven Yeltsin y el presidente soviético, Mijaíl Gorbachov.
Hoy se reúne el Consejo de Estado de la URSS, integrado por los presidentes de las repúblicas, para discutir el acuerdo, económico de Almá Atá y, posiblemente, también el proyecto de nuevo Tratado de la Unión. Yeltsin, que regresó ayer a Moscú, ya no podrá seguir guardando silencio. Y si decide no firmarlo, el acuerdo económico no podrá funcionar sin Rusia, como tampoco podrá funcionar una nueva unión política sin las más importantes de las repúblicas que formana la URSS.
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