Un sobrero inesperado
Tres veces había entrado al caballo el sexto novillo cuando el presidente sacó el pañuelo verde. O sea, que lo devolvió al corral. Nadie se lo esperaba, lo cual no quiere decir que nadie lo deseara. Había división de opiniones. Las opiniones, en este caso, se dividían por cuatro: una, los conformes con el novillo; dos, los disconformes con el novillo, que- se habían pasado todo el rato protestándolo; tres, los que no soportan las sorpresas; cuatro, los que, a estas alturas de la película, aún siguen creyendo que los toros no se pueden devolver al corral después de picados.La verdad es que el novillo estaba inválido y El Pimpi lo picaba, sí, mas con cuidado de madre, poniéndole la vara sobre el lomillo y ya está. La afición se daba cuenta de que El Pimpi, por mucha cara de fiera. que pusiese, no pegaba puyazos, sino amoricones, y buena parte: de ella gritaba: "¡A picar, a picar!". Hocicó arena, entonces, el novillo, pañuelico verde sacó el presidente, selectos epítetos vocearon algunos, Manolte, atacó la banda, paró obediente cabestraje Florito, el novilloobjeto volvió al corral.
Rojas / Martín, Félix, Higares
Dos novillos de Gabriel Rojas (tres rechazados en el reconocimilento y uno devuelto por inválido), bien presentados, lo encastado, 2º manso gazapón. Cuatro de Ortigao Costa, bien presentados, mansos y manejables, excepto 6º -segundo sobrero en sustitución de otro, inválido, del mismo hierro-, descastado.Miguel Martín: dos pinchazos bajos y bajonazo (silencio); estocada corta (escasa petición, ovación y también pitos cuando sale la tercio). Juan de Félix: pinchazo hondo y rueda de peones que ahonda el estoqu (silencio); estocada trasera (palmas y también protestas cuando sale al tercio). Oscar Higares, de Madrid, nuevo en esta plaza: estocada (escasa petición, ovación y también algunos pitos cuando sale al tercio); estocada (aplausos y saludos).Plaza de Las Ventas, 6 de octubre. Media entrada.
Llovía sobre mojado, vamos, al decir. Ese novillo-objeto ya era sobrero y hubo de salir un segundo sobrero... Se lamentan muchos toreros de que en Madrid nunca saben lo que van a torear, con tanto cambio de reses. Es la cuestión que hace tres días plantearon en Sevilla dos figuras, negándose a torear porque les rechazaron una docena de toros en el reconocimiento. Las tales figuras (con ellas, sus prepotentes apoderados) a lo mejor se creen que han dado a los veterinarios un escarmiento. Pero el tiro les puede haber salido por la culata pues aquello constituyó un escandalazo en toda la regla; y puso de manifiesto la intolerable presión a la que someten a los veterinarios ciertos apoderados nerviosos, su presencia injustificada en los reconocimientos, la impunidad con que se mueven, revuelven, eligen e imponen en las ganaderías y en los corrales de los cosos.
Si los toros estuvieran íntegros, no habrían de revolver tanto, ni la afición protestaría, ni los presidentes tendrían por qué sacar pañuelos verdes, y las figuras sabrían siempre lo que van a torear. ¿Seis hermosos y bravos toros anuncian los carteles? Pues eso: toros bravos y hermosos. Así de sencillo.
Los novilleros de este festejo venteño, claro, no podían exigir nada, y aunque les cambiaron tres novillos, comparecieron gallardamente ante la afición. Lógicamente cada cual hizo cuanto pudo, y consistía, sobre todo, en pegar derechazos. Es la herencia que les dejan las figuras: de un lado, la clamorosa falta de torería que demostraron en Sevilla; de otro, la conversión del derechazo en suerte exclusiva del arte de torear. La primera parte de la herencia aún no la han recibido, eso está claro, mientras las segunda ya se la tienen gastada casi entera.
Miguel Martín estuvo especialmente derechacista y aunque sacó derechazos buenos, la mayoría los daba con el pico. Utilizó la izquierda sólo como compromiso, para instrumentar tres o cuatro naturales desganados. También banderilleó, sin demasiado fuste, excepto en un buen par junto a tablas, citando en corto y asomándose al balcón.
Juan de Félix toreó con gusto y agitanada personalidad mientras los novillos no le plantearon problemas. Esto duró poco, sin embargo, y, al planteárselos, ponían al descubierto sus menguados recursos lidiadores.,Sufrió dos serias volteretas y lo bueno es que se levantó sin mirarse e incluso, tras la segunda, cuajó los mejores derechazos de su actuación.
Toreo más asentado, auténtico y arreunío instrumentó Óscar Higares con capote y muleta. En su primera faena ligó bien las suertes, mientras la segunda fue una desesperante porfía desde distintas distancias y en todos los frentes por si al descastado novillo le daba la gana de embestir alguna vez. Pero no le dio la gana. Era el sobrero inesperado, que debía de estar tan a gusto mugiendo en los corrales entre paja y cabestros cagones, cuando le ordenaron saltar a la arena. La lidía le cogió en calzoncillos, evidentemente, y protestaba por eso. Si no llega a abatirlo Higares de un estoconazo fulminarite marcando los tiempos del volapié, ahora estaría en el sindicato, hecho un basilisco.
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