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LA BATALLA EUROPEA

Europa no sabe ni contesta

Los Doce no se ponen de acuerdo para la unión política y económica

Soledad Gallego-Díaz

Cuando se escucha a los ministros de Asuntos Exteriores europeos, un ciudadano poco avisado puede creer que casi están de acuerdo. Todos aseguran que la CE ha recorrido ya un enorme camino, y que, se quiera o no, es el único instrumento creíble para 11 cimentar el tan necesario nuevo orden europeo". A la vista de los nuevos acontecimientos políticos (la cabalgada de la historia a la que se refiere Fernández Ordóñez), todos creen que la Comunidad tendrá que abrir rápidamente sus puertas a otros miembros: Austria y Suecia están ya en la puerta, y Checoslovaquia y Hungría, a los que -se ofrece 4cuerdos de asociación, reclaman su derecho a acceder al club. "Hasta un ciego ve que las actuales estructuras de la CE no son válidas", se queja Jacques Delors.La unanimidad es absoluta en un punto: el Tratado de Roma debe ser reformado. Así lo decidieron los actuales jefes de Gobierno de los Doce e incluso se dieron un plazo. El nuevo texto debe ser aprobado el 10 de diciembre de 1991. Lo único que los Doce parecen tener claro es lo relativo a la unión económica y monetaria. La parte política y estructural es aún objeto de feroces batallas. Afortunadamente para los defensores de la nueva etapa, Alemania (pilar sobre el que pivota la parte económica) exige contrapartida política. "No habrá sólo un tratado económico", advirtió el propio canciller Kohl Alemania, convertida en el gigante económico europeo, necesita una estructura política para adquirir un peso político , que las circunstancias de su historia le impiden.

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A la hora de la verdad, las diferencias se centran en los siguientes puntos:

1. Estructura del tratado. Todos los borradores hablan en su artículo 1 de una "vocación federal", término al que se opone Londres, pero que podría mantenerse dado que se trata de una simple "vocación". En la práctica, importa más que se hable de comunidad o de unión. Alemania, Francia, Italia y España pueden preferir unión, mientras que el Reino Unido estima menos tajante comunidad.

2. Política exterior. Todos están de acuerdo en que los Doce deben actuar conjuntamente en el plano internacional. La duda es cómo se toman esas decisiones. Londres exige que sea casi "un pacto de caballeros". Simplemente, los jefes de Gobierno se reúnen y "en el marco de la cooperación política" adoptan una decisión común. Es decir, como han venido funcionando hasta ahora. Berlín cree que no es suficiente y que la política exterior debe quedar encuadrada dentro del texto del tratado y sometida a sus reglas. La Comisión Europea y el Parlamento deben tener un papel, por muy reducido que sea. Francia apoya esta postura, aunque se esfuerza en minimizar su contenido real.

3. Política interior. De nuevo es Berlín el más interesado en introducir este aspecto en la cesta comunitaria. Desea la codecisión, es decir, que tengan ciertas competencias tanto la Comisión como el Parlamento. Dado que el Reino Unido no quiere oír hablar del tema, el borrador se ha aguado, para que sea sólo competencia de los jefes de Gobierno y por unanimidad.

4. Política de seguridad y defensa. Tal vez el punto más conflictivo y confuso de todos, puesto que se mezcla con los compromisos de los países miembros de la OTAN y con el hecho de que dos de los 12, el Reino Unido y Francia, poseen armas nuclear. El borrador habla de una "eventual política de defensa", pero es segura la oposición de Londres y las reticencias de París.

5. Equilibrio de poderes. La CE funciona con un legislativo (el Consejo de Ministros, que puede decidir por mayoría o por unanimidad), un ejecutivo (la Comisión, que actúa casi como simple administración, aunque tiene en exclusiva el derecho de iniciativa) y un Parlamento que no hace nada, salvo controlar a posterior¡. El borrador de tratado establece un "cuerpo comunitario" (temas en los que la Comisión propone y el Consejo de Ministros decide, previa consulta o aprobación del Parlamento; todo ello queda, además, sometido a la Corte de Justicia). Fuera de ese cuerpo se encontrarían dos apartados: el de política exterior y seguridad y el de política interior. Dependerían directamente de los jefes de Gobierno (Consejo Europeo). Los ministros de Exteriores ejecutarían sus decisiones e informarían al Parlamento. La Comisión, en el mejor de los casos, podría proponer temas al Consejo Europeo o a los ministros, y la Corte de Justicia no tendría nada que decir.

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