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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un año alemán

HOY SE cumple un año desde la unificación en un solo Estado de las dos Alemanias surgidas de la II Guerra Mundial. El ritmo vertiginoso de los cambios en Europa -en los hechos y en las ideas- se refleja de modo impresionante en este caso: sólo han pasado 12 meses y ya resulta difícil imaginar una Europa con dos Alemanias; el muro se recuerda como algo lejano e inexplicable. Hasta hace tres o cuatro años dominaba la idea de que la unificación de Alemania chocaría con tales oposiciones, tanto en el Este como en el Oeste, que no podría realizarse, al menos en este siglo. Pero desde que la descomposición del mundo comunista precipitó la unificación, la nueva Alemania se ha convertido en una realidad fundamental de la Europa de hoy, asumida con toda normalidad por el conjunto de los países.Ello no significa que todos los recelos hayan desaparecido. Es importante, en ese orden, el reciente viaje de Mitterrand a Alemania con el objetivo esencial de demostrar que, pese a algunas fricciones en las relaciones mutuas, la cooperación franco-alemana sigue siendo la base de la política común europea. El europeísmo es tema central en todos los actos oficiales que se celebran con motivo de este primer aniversario.

El Gobierno alemán destaca con énfasis que la reunificación se ha realizado en el escenario de la unidad europea. Incluso el canciller Kohl habla de avanzar hacia los Estados Unidos de Europa, un término que suelen emplear los partidarios de llevar la un¡dad europea hasta sus consecuencias más extremas. Los acontecimientos internacionales del último año, sumamente complejos, han sido una prueba de que existe una profunda continuidad entre las actitudes defendidas hoy por la Alemania unida y la trayectoria al ciento por ciento europeísta de la República Federal.

En realidad, la diplomacia alemana, particularmente sensible -por razones geográficas e históricas- a las nuevas realidades que surgen en el Este, ha sido un estímulo más bien beneficioso para la Comunidad Europea cuando ésta ha tenido que abordar problemas nuevos en esa parte del continente. Bonn se ha destacado por sus esfuerzos en la ayuda a la URSS en su proceso de democratización y de reforma económica. Por otra parte, el surgimiento de impetuosas demandas nacionalistas ha colocado a la CE ante situaciones imprevistas, y en un momento dado ha existido el riesgo -de que Alemania adoptase una política autónoma no compartida por sus socios comunitarios; singularmente, en relación al reconocimiento de Croacia y Eslovenia. Las consecuencias hubiesen sido negativas, pero la insistencia germana al respecto ha permitido flexibilizar las posturas de la Comunidad Europea sobre la cuestión yugoslava. Esta experiencia, vivida en circunstancias trágicas, pone en evidencia lo frágil que es la política común europea, pero también la fuerte voluntad de actuación alemana en los temas decisivos del continente, conjuntamente con los otros miembros de la CE.

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En el plano interior, la unidad, saludada en 1990 con una alegría generalizada -aunque no unánime-, ha tenido consecuencias más dramáticas, en el orden económico, de las previstas. El hundimiento industrial de la antigua RDA no sólo ha causado un paro incontenible, sino que ha obligado al Gobierno a elevar, a despecho de las promesas electorales, los impuestos. El descontento popular se ha traducido en un descenso electoral de los democristianos en las sucesivas elecciones regionales celebradas este año. Por otra parte, la diferencia tan acusada entre las que fueron hasta 1990 dos Alemanias es fuente de frustraciones e inestabilidad, y no es ajena al ascenso, en los últimos meses, de los partidos racistas y neonazis. Al lado de actos de violencia de grupos de jóvenes no muy numerosos, el dato realmente grave es el apoyo creciente que sus campañas contra los extranjeros encuentran entre sectores amplios de la población. El auge del racismo no es un fenómeno exclusivo de un país, pero cuando se manifiesta en Alemania provoca entre los demócratas de Europa temores muy fuertes.

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