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Chirac pide a Mitterrand que suspenda la construcción de la Gran Biblioteca

Lluvia de críticas contra el último gran proyecto arquitectónico del presidente francés

Las críticas que llueven contra el último monumento parisiense promovido por François Mitterrand, la pomposamente denominada Muy Grande Biblioteca de Francia, confirman el ambiente de fin de reino que vive este país. El pasado viernes, el alcalde de París, Jacques Chirac, pidió audiencia al presidente Mitterrand para proponerle una interrupción de "varios meses" de los trabajos de la controvertida Gran Biblioteca. Unos días antes, un centenar de académicos, científicos, bibliotecarios y profesores universitarios habían dirigido una carta a Mitterrand criticando con severidad el proyecto arquitectónico escogido personalmente por el jefe del Estado francés.

Los firmantes del manifiesto de los cien, como ya se les llama, opinan que las cuatro gigantescas torres de cristal concebidas por el joven arquitecto Dominique Perrault son de "una estética dudosa" y, sobre todo, poco apropiadas para almacenar libros en buenas condiciones.Mitterrand aspira a dejar huella en la historia como constructor de edificios monumentales en París. Tras haber promovido la Pirámide del Louvre, el Arco de la Defensa y la ópera de la Bastilla, el presidente francés aborda la construcción de la Gran Biblioteca como su última aportación a la remodelación de la capital francesa. Esta vez, según los firmantes del manifesto de los cien, la elección presidencial ha sido "espectacularmente mala".

El empleo por Perrault de altas torres de cristal representa una concepción que ha sido "definitivamente abandonada en todo el mundo" en la construcción de bibliotecas públicas, afirman los firmantes del manifiesto. Entre ellos se encuentran Georges Le Rider, profesor en la Sorbona y exadministrador de la Biblioteca de Francia; Louis Néel, premio Nobel de Física; la académica Jacqueline de Romilly y el escritor y ex presidente de Senegal Léopold Sédar Senghor.

Gasto extraordinario

Las torres almacenes, según los contestatarios, obligan a un "gasto extraordinario" de aire acondicionado, "dispersan" el trabajo de los bibliotecarios y provocan "una total dependencia" de la mecánica y la electrónica. Para reforzar sus argumentos se remiten a la autoridad del especialista norteamericano Philips D. Leighton.

Desde su nacimiento, el proyecto mitterrandiano de la Gran Biblioteca suscita una feroz oposición en numerosos sectores de la vida política y cultural francesa. En 1988, François Leotard, entonces ministro de Cultura del Gobierno derechista de Chirac, se declaró contrario a la idea misma de construir un nuevo edificio para almacenar el tesoro bliográfico francés. Lo peor, sin embargo, vino después, cuando se conoció el proyecto de Perrault escogido por Mitterrand.

En 1989, Pierre Nora, Jacques Julliard y otros escritores protestaron al conocer que Mitterrand pensaba trasladar a la Gran Biblioteca tan sólo los libros editados después de 1945, unos seis millones de volúmenes. Eso les parecía "un atentado contra la unidad del espíritu", "una ruptura artificial del tiempo". Jack Lang, el ministro socialista de Cultura, terminó dándoles razón y anunció que la Gran Biblioteca albergaría todo lo publicado desde Gutenberg a nuestros días, o sea, 12 millones de libros. Perrault tuvo que rehacer sus planos.

Transparencia

La transparencia del edificio deseada por François Mitterrand desapareció parcialmente del proyecto el día que se descubrió que el vidrio de las fachadas no protegería los libros de la luz ni del calor; al contrario, los dañaría seriamente. Dominique Perrault se vio obligado a introducir persianas interiores de madera, desvalorizando así la idea inicial de que las estanterías con los libros pudieran verse desde el exterior.

Por el momento, la Gran Biblioteca es un inmenso solar situado en la orilla izquierda del Sena, frente a Bercy. Máquinas gigantescas de la empresa de Francis Bouygues, el rey del cemento francés, acaban de comenzar la cimentación del conjunto.

Este verano, la presencia de ocupas en el solar paralizó durante siete semanas los trabajos. Ahora, el alcalde de París pretende suspenderlos indefinidamente. Es casi imposible que el presidente Mitterrand acepte esta humillación.

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