Escándalo ganadero
Cuatro toros devueltos al corral es un escándalo. Cuatro toros aquejados de perniciosa invalidez -en realidad, fueron seis los tullidos que hubo en Las Ventas- es un escándalo ganadero en toda regla. Un toro puede caerse por enfermedad o accidente, pues eso pasa hasta en las mejores familias; pero que se caigan cinco toros de la misma camada, luego otros, sobreros -por lo tanto, cada cual de su padre y de su madre-, constituye un escandalazo mayúsculo, un fraude al público, una burla a cuanto fue la fiesta a lo largo de su centenaria historia y una rotunda descalificación a la propia licitud de las corridas de toros.Un toro puede caerse... Ahora bien, no todos los toros se caen de la misma manera ni por las mismas razones. Hay toros que blandean de patas, los hay flojos de riñones, y tanto unos como otros pierden las manos, o sencillamente se desploman. Lo que resulta extraño es que salgan los toros como si estuvieran borrachos, a la manera de los de Puerto de San Lorenzo vistos ayer en el ruedo venteño.
Puerto / Esplá, Mendes, Oliva
Un toro, 61, de Puerto de San Lorenzo (uno fue rechazado en el reconocimiento y cuatro devueltos al corral por invalidez absoluta), de gran trapío, inválido, bravo, noble. 3º de Branco Nuncio, con trapío, inválido, noble. Sobreros: 1º, de Ortigao Costa, de impresionante arboladura, manso pregonao, condenado a banderillas negras; 2o de Julio de la Puerta, muy serio, inválido e incierto; 4º y 5º de Murteira Grave, con trapío, mansos.Luis Francisco Esplá: pinchazo, media, dos descabellos entre numerosos intentos, bajonazo, dos descabellos -aviso con mucho retraso- y descabello (ovación y también algunos pitos cuando saluda); pinchazo, otro hondo perpendicular bajo y descabello (silencio). Víctor Mendes: media trasera descaradamente baja y descabello (silencio); media estocada tendida atravesada (silencio). Emilio Oliva: dos pinchazos bajos, metisaca escandalosamente bajo, pinchazo bajo, rueda de peones, dos descabellos -aviso con retraso- y seis descabellos (silencio); pinchazo hondo trasero, rueda de peones y tres descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (algunas palmas). Plaza de Las Ventas, 29 de septiembre. Tercera corrida de la Feria de Otoño. Lleno.
¡Pero tampoco era exactamente así! Salían los toros
-todos ellos con irreprochable trapío-, tan pimpantes. Salían con buen galope, limpio tranco, engallados y retadores en persecución de quien les llamara a lo lejos en el redondel- tomaban los capotes sin ningún problema; embestían con las características propias de la casta brava; y , a los pocos lances, les sobrevenía una extraña tembladera.
No es sólo que se cayeran; es que trastabillaban, daban tumbos, derivaban laterales, pegaban hocicazos; se levantaban, y cargaban trasero, reculantes, dando la sensación de que tenían perdido el norte y la habían cogido de anís. Si llega a haber allí una farola, la abrazan y se ponen a cantar el himno de la Legión.
Cualquier juicio que se hiciera sobre el juego que habrían dado estos toros si no los devuelven al corral, sería una especulación. Hubo quien lamentó que no se lidiaran al observar la embestida del sexto, que, pese a la invalidez (podría decirse la melopea), demostró bravura. Sin embargo no es esa la cuestión. El extraño comportamiento de los toros exije una investigación a fondo, según pedían a gritos los aficionados.
'Yonquis', no
Alguien dio una pista, voceando: "¡Queremos toros, no yonquis!". Quizá la pista sea falsa, desde luego. Mas si es falsa, existirá otra, que sea la correcta. A lo mejor los toros no estaban drogados, ni borrachos, como parecía por sus síntomas, y padecían glosopeda, o vértigo, o pamplinosis furuncular, o les entró el mal de San Vito. La afición no tiene por qué poseer conocimientos sobre patología vacuna, ni ojo clínico para diagnosticar enfermedades. En cambio, le asiste todo el derecho del mundo a saber cual fue el motivo para que una corrida de toros entera la echaran a la lidia convertida en ruina, y a exigir que, si en ello hubo responsabilidades, se depuren con ejemplaridad, hasta sus últimas consecuencias.El primer sobrero fue un pregoneao que se quedó sin picar, prácticamente sin banderillear también, y Esplá lo mató entre sobresaltos, sorteando el vendaval de sus peligrosas arrancadas. Al cuarto, reservón, sólo pudo sacarle una tanda de meritorios derechazos. Victor Mendes abrevió con oficio en sus sobreros, que eran inciertos. Ambos espadas banderillearon (no Esplá al pregonao, con buen criterio) y lo hicieron sin demasiado brillo, excepto en sendos pares por los terrenos de dentro.
Lote manejable correspondió a Emilio Oliva y le sirvió para pegar derechazos. Al sexto le dio la distancia que convenía a su bravura, y estaba muy bien, pero al correr la mano ponía en evidencia sus limitaciones artísticas. Y cuando, a las tantas, se decidió a ensayar naturales, el toro tenía agotada la embestida. Un toro boyante más -y ya son muchos- que Emilio Oliva manda al desolladero dejándolo virgen de toreo puro. Lo que apenas importó a nadie, por cierto. El público, en realidad, no estaba pendiente de Emilio Oliva ni de su faena. El público estaba considerando, seriamente, si debía ir al juzgado de guardia y poner una denuncia por estafa.
Babelia
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