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Al cien por cien, en Manatí

Manuel Rivas

Después de 64 años, el hijo del vendedor de guarapo, jugo de caña de azúcar, y de la dama de compañía de la marquesa de San Miguel de Aguayo regresó a Manatí, del Oriente cubano, convertido en presidente del país de los gallegos.Manuel Fraga entró el viernes en carruaje en el poblado de la infancia caribeña, allí donde vivió entre los dos y los cinco anos, escoltado por medio centenar de guajiros a caballo, docenas de bulliciosos escolares "pioneros" y una multitud que lo aclamaba como amigo de Cuba en horas difíciles. Gastaba para la ocasión un sombrero habanero y vestía camisa estampada con peces y palmeras.

En la plaza de Manatí sólo se escucharon los himnos de Cuba y Galicia, y fue ahí donde lloró el león de Villalba. El dirigente conservador correspondió a la distinción de "huésped ilustre permanente" con el más explícito de sus llamamientos para que se intensifiquen la cooperación y relaciones hispano-cubanas, convencido de estar respaldado, dijo, "por el 99% de los españoles y el 100% de los gallegos".

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Como en jornadas anteriores, los portavoces cubanos presentaron a Fraga como un paladín del buen trato a la isla desde su etapa como ministro de Franco. En el acto de constitución del grupo Amigos de Galicia de Manatí, ante octogenarios emigrantes y sus descendientes, Fraga manifestó que "aquellas decisiones tomadas pese a la presión se seguirán manteniendo".

Como ilustrando su teoría de que las raíces permanecen, el antiguo columpio continúa meciéndose en el porche de la casa que fue de sus padres, habitada ahora por un joven matrimonio con dos hijos, como se sigue tomando jugo de caña en el modesto quiosco Guarapera que regentaba el padre. Fraga visitó también la central azucarera que fue del marquesado y de la Sugar Company y que ahora se llama Argelia Libre. La decrépita mansión de los marqueses, donde se conocieron sus padres, tiene ahora de santos en la pared a Camilo Cienfuegos y al Che Guevara. En el jardín, Fraga plantó una caoba del país. En el cementerio caleado de blanco, ofrendó flores a sus parientes muertos. Fue el último Ñico Bello, un primo hermano, fallecido hace diez días.

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