Los otros alemanes orientales
El Gobierno de Bonn quiere resucitar en territorio ruso la vieja república del Volga
77.000 ciudadanos soviéticos de origen alemán han vuelto a la madre patria en la primera mitad de este año. Según fuentes del Gobierno alemán, hay en estos momentos otros 200.000 que tienen ya todos los papeles en regla y esperan tan sólo que les llegue su turno en el avión. Bonn calcula con terror que hay más de tres millones de personas repartidas entre la URSS, Polonia y Rumania que tienen derecho a ser considerados ciudadanos alemanes. Sólo la creación de una república autónoma dentro de Rusia para estos descendientes de alemanes podría frenar la avalancha.
Durante el siglo XVIII los monarcas ilustrados adquirieron la costumbre de prestarse súbditos. Los más apreciados por su diligencia, limpieza y productividad eran los alemanes.Primero Pedro el Grande y después Catalina repoblaron grandes extensiones de la Rusia imperial con familias seleccionadas de los dominios de la corona prusiana y de otros principados del viejo imperio.
Incluso la España de Carlos III recurrió al mismo sistema, del que aún quedan algunos curiosos apellidos castellanizados y ciertas características físicas -además de una especial manera de hacer pan- en La Carolina y otros dos pueblos mineros de la provincia de Jaén. Pero ya mucho antes, concretamente en el siglo XII, el rey Geza II de Hungría había hecho lo mismo en Transilvania.
El artículo 116 de la Constitución alemana concede la ciudadanía basándose en el concepto del volk -el pueblo alemán-, ya que la extiende a todo aquel que formara en algún momento parte del pueblo alemán, incluyendo a su familia y sus descendientes. Esta disposición tenía una razón muy clara: se trataba de integrar en la recién nacida República Federal Alemana a todos los alemanes de Silesia, Pomeranla y Prusia oriental que pasaron a ser parte de Polonia y la Unión Soviética y a los que conseguían escapar del recién creado Estado alemán comunista, así como los pertenecientes a otras minorías, como los sudetes de Checoslovaquia, entre otras.
La guerra fría mantuvo la validez del principio constitucional. Eran pocos quienes conseguían cruzar el telónde acero y eran recibidos con los brazos abiertos. Incluso la Rumania de Ceausescu llegó a organizar un excelente negocio de trata de hombres al vender ciudadanos, de origen alemán al Gobierno de Bonn a precios bastante elevados, de hasta 50.000 marcos por cabeza (más de 3 millones de pesetas). La primera alarma se produjo cuando en el verano de 1989 Hungría decidió derribar la temible frontera y por allí empezaron a colarse los fugitivos de la RDA. Aquello llevó a la caída del muro y a la reunificación alemana.
Pobreza y discriminación
Ahora, empujados por la pobre za, la falta de perspectivas y la discriminación, empiezan a llegar los viejos Parientes perdidos en la historia, Procedentes de lugares tan lejanos como Engels, en el Volga, la, Transilvania ru mana o el Kazajstán y Uzbekis tán soviéticos. Algunos hablan un alemán arcaico, muchos ta sólo lo chapurrean, otros se ex presan en dialectos que ya han desaparecido incluso en su lugar de origen y una parte considerable no sabe ni una Palabra de la lengua de sus ancestros.
Bonn no tiene más remedio que admitir a todos obligado por la Constitución, pero la capacidad de absorción de la nueva Alemania está ya saturada. Entre 1950 y 1988 llegaron a la RFA 2,5 millones de estos alemanes, nunca más de 100.000 al año. Desde entonces las cifras se han disparado. En 1988 fueron 203.000, 377.000 en 1989 y 400.000 el año pasado. Durante el verano de este año han llegado cada mes 10.000 ciudadanos soviéticos, 3.000 rumanos y 2.000 polacos.
Para solucionar el problema, Bonn no ve otra alternativa que resucitar en territorio ruso la vieja república de los alemanes del Volga, creada en 1924 cerca de la desembocadura de este gran río, teniendo como centro la ciudad de Engels.
La república fue desmantelada por Stalin en 1941, tras la in vasión de la Unión Soviética por las tropas nazis, y sus habitantes deportados a Siberia y a las repúblicas asiáticas. Fuentes del Mi nisterio del Interior alemán ad mitieron recientemente que estári realizando gestiones ante el presidente de la Federación Rusa, Borís Yeltsin, para recrear esta república autónoma que financiaría el Gobierno de Bonn, al parecer con el visto bueno del líder ruso.
Siberia y Kazajstán
No está claro si se situaría exactamente en su territorio original. pero, según un reportaje emitido recientemente por la televisión pública alemana, la mayoría de las casas e instalaciones aún existentes en la zona están abandonadas y la región no se ha repoblado sustancialmente.
Pero los alemanes de los territorios de Siberia y de Kazajstán ya han empezado a moverse por su cuenta y, de momento, uno de sus principales destinos es la actual Kaliningrado, un trozo de tierra perteneciente a la Federación Rusa -aunque separado de ella por la recién independizada república de Lituania-, donde estaba. la antigua Prusia oriental, con la magnífica ciudad de Koenigsberg.
Se calcula que en los últimos meses cerca de 10.000 alemanes se han instalado en la zona. Una agencia turística de Francfort ya organiza viajes en tren hasta la ciudad en la que vivió y murió el filósofo Emmanuel Kant, para que quienes salieron de ella con lo puesto cuando llegaron las tropas, soviéticas en 1945 puedan volver a visitar el lugar en que nacieron.
El futuro de este lugar estratégico podría volver a adquirir los tonos germánicos de su época de esplendor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.