Por un centenario latinoamericano
El terremoto que conmueve ahora los cimientos de la geografía política internacional afecta también a los proyectos para el V Centenario, concebidos cuando. se distinguían tres mundos, pero ejecutables cuando ya sólo hay dos: el Norte y el Sur; es decir, los ricos y los pobres. La minoría poderosa, dirigida por Estados Unidos, y la mayoría dependiente y dominada, incrementada ahora con países del Este.¿Hacia dónde vamos? Los ricos proclaman el final de la historia, con capitalismo por los siglos de los siglos. Para muchos sureños, entre los que me cuento, ese sistema es otra etapa más -como antes el feudalismo-, y su creatividad inicial está ya en crisis, aun cuando pueda durar decenios. Cuando una estructura social no favorece a todos es difícil creer que sea definitiva. La historia continúa.
Pues bien, ya que conmemoramos el viaje de Colón -con motivo, porque unificó el escenario mundial- hagámoslo al menos mirando al futuro, para que no ocurra como en 1892. ¿Qué ha quedado de aquel IV Centenario? Mis lecturas de viejas revistas me permiten aludir a múltiples festejos, odas, discursos campanudos y hasta un discutido zarandeo de los restos del almirante. Quedan monumentos, claro, pero ¿algo aún vivo? ¿Algo útil hoy para nuestras vidas? Lo dudo. Al menos no está presente en la memoria de todos.
Hagamos ahora un centenario que deje huellas fecundas y para ello empecemos por archivar la polémica sobre si los conquistadores fueron buenos o malos. Reconozcan unos que destruyeron vidas y culturas, pero admitan otros que también llevaron vidas y culturas. Fueron hombres de su época y es injusto juzgar con ética de hoy hazañas a veces admirables. Menos disculpa tienen, viviendo con ideas más modernas, otros ávidos colonizadores del siglo XIX, por no hablar de la censurable dominación actual, cuya red comercial y financiera perpetúa el hambre y mata sin derramar sangre, mientras se promete en vano un nuevo orden económico internacional. Y si pensamos en salvajismos bélicos, los aztecas sacrificaban a sus enemigos con más dignidad que los estadounidenses enterrando vivos a los soldados iraquíes.
Asumido el pasado resulta indispensable, para crear resultados duraderos, saber bien lo que somos, sin creemos nuestra propia retórica. España, tanto como América Latina, pertenece al Sur aunque esté en Europa. Es un país dependiente, energética y tecnológicamente, condicionado por decisiones externas en lo comercial y en lo financiero, y más aún en lo político, según se comprobó en la guerra del Golfo. ¡Si seremos dependientes que hasta para filmar una película sobre Colón la confiamos nada menos que a la producción USA y al director de Rambo! Somos como tantos y no más que países de la talla de Brasil o México o Argentina, cuyo resurgimiento cabe esperar. Las madres que no saben cesar a tiempo resultan castradoras, y la retórica madrepatriotera está ya fuera de lugar, porque las hijas son adultas.
Por eso, un buen paso hacia el realismo y la sincera solidaridad sería arrinconar el epíteto iberoamericano, lo mismo que ya lo hicimos con hispanoamericano. Ante todo -y es razón decísiva-, porque ellos decidieron llamarse América Latina, como lo prueban estadísticas y siglas internacionales. Pero además porque, si bien latinos somos todos (por injerto aquí sobre la cepa ibera ¡o celta!), en cambio ellos no tienen nada de iberos.
Despejado así el campo de recelos y susceptibilidades, e instalados ya en el presente y en la igualdad, resulta obvio que este centenario sólo dejará huellas fecundas si tiende a fomentar una comunidad cultural capaz de crear poco a poco' instrumentos políticos de concertación eficaz. A solas no haremos nada; no por mucho figurar en las fotografías de las cumbres seremos uno de los mangoneadores del Norte. Como no vamos a encontrar petróleo ni adelantarles en la técnica, nuestro destino será estar a las resultas de sus negocios y cargarles la escopeta si hay guerra, como los secretarios de los señoritos en las cacerías de la jet.
Comprendo que esa instrumentación política suena a utópica, pero todo lo nuevo fue antes utópico. Se trata de empezar, y, mientras tanto, la comunidad cultural es un hecho. Además es urgente reforzarla porque está amenazada, como el islam y las demás grandes culturas. La prepotencia técnica del Norte, su dominio político y la presión de sus intereses económicos están infiltrando entre nosotros los gustos, las maneras, los criterios y los prejuicios del estilo de vida anglosajón, para convertirnos en buenos clientes. Nuestra gran tarea pendiente -y proclamarlo daría sentido al V Centenarío- es defender nuestra manera de vivir contra la contaminación noratlántica. Con las comunicaciones actuales, el océano es hoy aún más estrecho que el mar de los romanos, y en torno a ese Mare Nostrum suratlántico podemos revivir ahora, al menos para ciertos fines, la antigua mediterraneidad. Orientación esta válida hacia el futuro, tanto si el capitalismo va a ser eterno, según cree el Norte, como si lo sustituye un sistema más sensible a nuestros valores humanos.
Porque en toda dependencia la estrategia ha de ser doble: por una parte, sobrevivir bajo la dominación, pero al mismo tiempo trabajar para la libertad o al menos para una interdependencia igualitaria. Esa aspiración sólo es posible apostando por el Sur al que pertenecemos. El Sur es la muy inmensa mayoría, tanto en hombres como en recursos, y en el Sur emergen ya corrientes ideológicas como la ecología, los derechos humanos o la teología de la liberación. Sólo habrá un orden nuevo si se hace por el Sur o con el Sur; nunca lo establecerán quienes tan ávidamente siguen beneficiándose del actual.
Forjar el suratlantismo latinoamericano es dar sentido al V Centenario, y no voy a pretender aquí descubrir yo las realizaciones en que esa tarea puede concretarse. Espero aprenderlas de las reuniones y trabajos en torno al centenario, sean oficiales o esperanzadamente críticas, como, por ejemplo, el ya anunciado XI Congreso de Teología o, con perspectiva muy diferente, las Jornadas de Solidaridad anunciadas en Sevilla para octubre por numerosas organizaciones, entre las que se encuentra Aedenat, a la que pertenezco, y enmarcadas dentro de la campaña Desenmascaremos el noventa y dos.
Lo importante es un centenario en el polo opuesto del precedente. Porque aquellas naves ya están de vuelta en la voz de. Rubén, de Vallejo o de Neruda, en la novela o en la pintura latinoamericana. Para decirlo en una sola palabra: un Centenario Latinoamericano.
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