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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Avanzar un milímetro

EL SÉPTIMO viaje al Oriente Próximo de James Baker, secretario de Estado norteamericano, se ha saldado con un relativo fracaso: no ha sido fijada la fecha de comienzo de la conferencia de paz israelí-palestina, que EE UU y la URSS querían concretar para el mes de octubre. Dicho lo cual, no puede negarse que se ha conseguido avanzar, aunque sea mínimamente, en la ardua tarea de doblegar la resistencia israelí a sentarse a una mesa de negociación.Es cierto que el Gobierno de Shamir se ha negado a aceptar la composición prevista de la delegación palestina, pero no lo es menos que, al final, ha cedido un tanto en su oposición a los palestinos de Jerusalén este. Y si, por otra parte, hace días Tel Aviv se enfrentaba ácidamente con Washington por la negativa de Bush a recomendar al Congreso la garantía de créditos con los que proseguir con los asentamientos de judíos soviéticos en los territorios ocupados, se diría que ahora se encontró un acomodo financiero provisional que permite obviar el problema por el momento. Finalmente, el endurecimiento sirio en relación con la recuperación de los territorios ocupados -especialmente los altos del Golán-, todo permite deducir que más bien se trata de una posición negociadora que de una condición indispensable.

De todos estos problemas, el más espinoso actualmente es el que se refiere a la estructura de la delegación palestina. Israel se ha negado siempre a sentarse frente a representantes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y de palestinos de Jerusalén este, aunque parece haber cedido parcialmente en el segundo punto de su negativa. El dilema está en decidir si debe primar el punto de vista jurídico (forzar a Israel a aceptar como negociador a la OLP, reiteradamente reconocida como legítima representante del pueblo palestino) o si, por el contrario, no puede ignorarse la realidad política (la cerrada oposición de Israel, para el cual la OLP no es sólo una organización terrorista, sino un enemigo que no ha renunciado a destruir al Estado israelí). Si de ello depende la celebración de la conferencia de paz, el pragmatismo aconseja que se siga el camino de encontrar integrantes palestinos alternativos que cuenten con la aprobación tácita de la OLP y que el Gobiermo de Shamir no tenga más remedio que admitir.

Israel -se asegura en El Cairo- ya ha indicado que aceptaría a representantes de dos pueblos contiguos a Jerusalén este. U toca ahora al Consejo Nacional Palestino, en su reunión del próximo día 28 en Argel, decidir el curso a seguir. Sería deseable que, como contrapartida a la reelección de Yasir Arafat como líder de la tema que dirige el movimiento, el Consejo cediera en la cuestión de los nombres de quienes han de integrar su delegación en la conferencia.

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En El Cairo, segunda de las etapas de su viaje, Baker recordó que los palestinos son quienes "más tienen que perder" si no se celebra la Conferencia. También entregó una "carta de garantías" a palestinos, sirios, jordanos y libaneses, cuyo contenido no ha sido desvelado, pero que parece orientarse hacia la conclusión de que, sea cual fuere la composición de la delegación palestina, EE UU no abandonará el deseo de una solución equitativa del problema. El presidente Bush no quiere comprometer con los árabes su crédito ganado tras la crisis del Golfo: ello le hace ser por ahora relativamente objetivo en la cuestión de Oriente Próximo y, específicamente, en la idea del intercambio de tierra por paz.

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