Toros 'artistas' como éstos, a cientos
Son ganas de encandilar los ánimos de las cándidas almas, divulgar el bromazo ese de Domecq hablando de toros artistas. ¡Ma nera mas desafortunada de hablar de un toro! El común de los mortales piensa que el artista puede serlo, rara vez, el hombre como se encargó de demostrar Julio Aparicio en el último, mandando a hacer gárgaras a todo, los artistas salidos hasta entonces, incluido el sexto, que encima de no serlo, tuvo la mala educación de echarse sin que los tirones del rabo sirvieran de nada. Los llamados toros artistas, ni escribieron un mal ripio y, por si fuera poco el fallo, hicieron lo que todos: mostrarse blandos, salir frecuentemente sueltos de los caballos, dolerse en banderillas, escarbar, cuando no recular, para que quede más bonito. En resumidas cuentas, lo que los de más. ¿Bondad?, pues sí. ¿Nobleza?, pues también. Pero emoción, ni chispa. Y un toro sin emoción, es como un jardin sin flores. Lo dicho: toros artistas como éstos, a cientos.Niño de la Capea en su tercera y última actuación en la feria, no logró cuajar un toro. En su primero, blando y punteando, estuvo aseado aunque con enganchones, pero el toro fue a menos y todo quedó en nada. En el cuarto comenzó lanceando rodilla en tierra y el toro acabó yéndose, desairando al matador. Cayó en la faena y el torero, queriendo, estuvo desacoplado.
Domecq /Niño de la Capea, Espartaco, Aparicio
Toros de Juan Pedro Domecq, terciados de hechuras y adocenados de comportamiento; blandos; 6º se tumbó, y no se levantaba ni tirando del rabo.Niño de la Capea: pinchazo, estocada trasera y rueda de peones (ovación y saludos); tres pinchazos y descabello (división de opiniones). Espartaco: estocada corta, a capón, desprendida (petición, ovación y saludos); metisaca atravesada y media (aplausos). Julio Aparicio: estocada corta baja (silencio); dos pinchazos y estocada baja (vuelta). El picador Salvador Herrero sufrió fractura de muñeca en un derribo. Plaza de La Glorieta, 19 de septiembre. Octava corrida de feria. Lleno.
Ni su sombra
Espartaco, ni su sombra, en cuanto a eco popular. Fiel a sí mismo en cuanto a despego y al magistral manejo de ese inexplicable, machacón y tonto pase de pecho doble que les ha dado a todos por endilgar venga o no a cuento, que generalmente no viene. En el quinto, el matador estuvo sin sitio, piconero, enganchado y deslucido.
El arte lo puso Aparicio, claro. Mandó a los Domecq al limbo y dejó claro que con las palabras no se juega. También tuvo momentos que parecen ajenos a su estilo (una larga de rodillas en el sexto, por ejemplo), pero dos verónicas y media en ese toro, pusieron de manifiesto quién estaba toreando. En el tercero, todo se redujo a una faena tesonera ante un toro que adoraba la soledad. En el sexto, noble y blando, estuvo grácil, barroco, imprevisible y crujiente. El toro acabó echándose y entre esto y que la espada no anduvo lista, todo quedó en vuelta. Y en encanto. Porque Aparicio, de nuevo, encantó.
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