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El modelo sueco, en entredicho

Los resultados de las elecciones suecas sirvieron de detonante a una situación que venía gestándose desde tiempo atrás y cuyas múltiples causas concitan ahora, con renovado entusiasmo, el interés de los estudiosos de la política. Deducir que el modelo sueco, tan admirado o denostado, está colapsado por la derrota de la socialdemocracia sería por lo menos apresurado, cuando no una interpretación interesada.En primer lugar, porque lo que ha dado en llamarse modelo sueco tiene tantas facetas que resulta imposible explicar su éxito o su fracaso por una sola causa, en este caso la derrota del partido que ha sido uno de sus artífices.

Una derrota que, por otra parte, resultó menor de lo esperado si se tiene en cuenta que en un lapso de 10 meses logró revertir en algo una situación catastrófica que lo había. ubicado con un 10% menos de intención de voto respecto a los resultados obtenidos en 1988.

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La derrota actual no equivale necesariamente a un certificado de defunción respecto del futuro del partido ni del modelo al que se ha identificado con éste. El partido continúa siendo holgadamente el mayor de Suecia y no hay por el momento indicios de fisuras como consecuencia del resultado electoral.

Crisis de identidad

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Más preocupante en todo caso es la crisis de identidad que viene erosionando a la socialdemocracia desde hace ya algunos años y que amenaza con hacerle perder el papel dominante que ha jugado en la escena política sueca durante más de medio siglo.

El abandono progresivo de algunos de los viejos postulados de justicia que lo convirtieron en el partido de la clase obrera inicialmente y posteriormente en el de todos los asalariados, la aplicación en los últimos tiempos de medidas, más propias de un Gobierno burgués, el débil trabajo político en las bases, y fundamentalmente entre los jóvenes, son algunas, aunque hay muchas más, de las razones de ese debilitamiento.

Si se admite que la socialdemocracia llevó a cabo una revolución pacífica dentro de los marcos de la más estricta economía de mercado, estaría pagando el precio que han pagado otras revoluciones, de auténtico signo socialista, cuando los hijos a los que les dio todo le dan la espalda.

El mayor problema de la socialdemocracia es que su electorado más consecuente se recluta entre las generaciones que están en vías de desaparecer, las que vivieron la época de la Suecia pobre, clasista y autoritaria. Los jóvenes suecos, que poco saben de ese pasado, votaron por Nueva Democracia y por los conservadores. Remontar esa crisis, redefinir su identidad frente a las nuevas realidades y recuperar credibilidad es la difícil tarea que el partido tiene por delante.

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