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Diario habanero

Pícaras y nobles formas de buscarse la vida en un país en dificultades

ENVIADO ESPECIALNueve de la mañana del sábado 31 de agosto en La Habana. Pedro tiene 38 años y fue teniente del Ejército. Estuvo en Etiopía con el general Arnaldo Ochoa, fusilado al amanecer por el régimen de Castro hace dos años. Le recuerda con cariño, como muchos militares de su edad, porque fue un gran jefe. Confiesa que lloró su muerte. Ahora, Pedro se dedica a otras cosas. Ha salido de su casa en El Vedado en busca del diario. No lo encuentra. El periodo especial afecta también al papel, y la tirada del Granma es escasa.

Pedro tiene un problema de fontanería en su casa desde hace dos meses y ha salido a la calle como loco en busca de un especialista. No lo encuentra. Necesita gasolina para su destartalado utilitario de origen checoslovaco y le dicen que hoy no hay combustible disponible. Observa cómo un turista mexicano, que ha llenado su Toyota de alquiler de esbeltas mulatas para pasar el sábado en Varadero, es atendido con amabilidad por el gasolinero, a quien le entrega dos vales turísticos de 20 litros cada uno. Pedro se encoge de hombros y se pierde por La Rampa.Once de la mañana. Ulises es un negro alto que acaba de ser padre. Se ha puesto sus mejores prendas y, junto a su mujer y su primer bebé, que nació sietemesino, se dispone a tomar la lancha que le va a conducir a Regla. Para él y su familia hay dos devociones: Fidel y la Virgen de la Caridad del Cobre. La titular, patrona de Cuba, está lejos. Canónicamente tiene su sede en Santiago de Cuba, pero es imposible el desplazamiento. Cuando el parto, le ofreció su hija Airam (María al revés) a la Virgen. Ahora se dispone a cumplir la promesa. Durante una hora permanece en el santuario de Reglacon su hija en brazos mirando en silencio fijamente a la minúscula réplica de la Virgen de la Caridad del Cobre. Su mujer sigue atentamente desde un banco la ceremonia.

Doce de la mañana. Juan y Ana son dos turistas españoles que pasean por La Habana Vieja. Han conocido a un negro grandullón que dice llamarse Orlando. Les ha ofrecido cambio. Lo han aceptado y por 100 dólares han recibido 150 pesos (en el mercado negro un dólar alcanza ya los 10 pesos). Orlando se despide con la excusa de ir a clase en la Universidad. Es sábado y el curso no empieza hasta el miércoles. La pareja, con lo justo para pasar 10 días en La Habana, no sabe qué hacer con los pesos porque no les son útiles a los turistas.

Tres de la tarde. Leyla y su marido, Ángel, viajan de La Habana a Santa Clara por la autopista del interior. Encuentran un área de servicio a 80 kilómetros de la capital y se disponen a almorzar. El rancho del día es arroz y frijol. El postre, un sucedáneo de arroz con leche. Cada plato les cuesta alrededor de un peso. Hay una larga cola, pese a que se trata de una zona de la red viaria distante de los núcleos habitados. Existen tres despachos: en uno ofrece un bollo de pan minúsculo con un trozo de fritura que se supone es pescado, en otro distribuyen agua del grifo y el tercero no está en servicio, aunque detrás de su mostrador hay un joven que lee el periódico. Leyla y Ángel salen sonrientes. Han comido fuera de casa.

Cuatro de la tarde. Alberto es agricultor. Sus abuelos eran gallegos, uno de Ortigueira y otro de Vilagarcía. Perdió una pequefia finca hace unos años a consecuencia del plan de cítricos del Estado. Vive en Guines y trabaja ahora en una granja lechera del Gobierno. Ordeña vacas y se alimenta de productos lácteos va.rias veces al día. Sabe que en La Habana la leche está limitada para niños y ancianos. Cuando se le comenta que Cuba está sola en el mundo, él responde enérgicamente: "Vietnam y China también son comunistas".

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Café y preservativos

Siete de la tarde. María vive en la Calle 47. Es una zona con tinte burgués. Ha ido a la farmacia y ha conseguido un preservativo para su marido. Antes lo vendían en paquetes, pero ahora se reparten por unidades. Se dispone a preparar la cena para su marido y sus cuatro hijos. Le queda un huevo, de los, cinco que reparten semanalmente por persona, para cada comensal y dos latas de carne prensada de origen chino. Improvisa algo. En un momento le guiña el Ojo a su marido y le enseña un paquetito de café puro. Se lo ha traído un familiar de Oriente. Hay alborozo en la casa, que a duras penas se enfrenta cada día a la tragedia de consumir el escaso café mezclado al 50% con leguminosas que obtienen por cartilla.Ocho de la noche. Rosa María sale de su casa junto al Nlalecón. Tiene 21 años. Ese día se pierde el culebrón brasileño Pacto de sangre, (que la televisión cubana ofrece a las diez de la noche. Su amiga. Ana le ha prometido que se lo contará. Pasea sola frente al mar con un vestido ajustado. Escucha el ruido de un coche y levantasu mano. Ha tenido suerte. Tiene matrícula marrón de turista y le) conduce un italiano. Esa noche: cenará langosta en un restaurante para turistas, bailará en la discoteca del hotel Comodoro y regresará a casa con cierta ayuda para sobrevivir. Quizá ese día haya conocido el primer perfume de su vida.

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