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Un sobrero gigante

Hubo un sobrero, que era gigantesco, y debió haber dos porque salió en sexto lugar un toro regordío, mocho, absolutamente inválido, que no merecía lidia. El presidente decidió mantenerlo en el ruedo y el público decidió tomarse venganza, armando una bronca tremenda. Algunos espectadores añadieron a la justa protesta la injusta e incivil tropelía de lanzar al ruedo almohadillas por docenas, botes de bebida otros tantos y un mendrugo de pan.A lo mejor es que no había más sobreros, lo cual no justifica en absoluto al presidente. 0 a lo mejor sí lo había y era más temible que el anterior, pero esa posibilidad parece remota: el sobrero que salió al ruedo colmenareño era el más grande del mundo. Un pedazo de toro con 628 kilos de peso

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Romero / Campuzano, Manili, CuéllarToros de Pablo Romero, bien presentados aunque astigordos y romos; mansos e inciertos excepto quinto; tres inválidos; el sexto, mocho e inválido, provocó un gran escándalo. Cuarto devuelto al corral por su invalidez. Sobrero de Hermanos Santamaría, de enorme arboladura, poderoso, topón. José Antonio Campuzano: estocada descaradamente baja y rueda de peones (bronca); pinchazo y estocada caída (silencio). Manili: estocada (algunos pitos); media trasera tendida -aviso- y dos descabellos (algunas palmas). Juan Cuéllar: estocada atravesada que asoma y descabello (silencio); media estocada tendida perdiendo la muleta, rueda de peones y dos descabellos (división). Plaza de Colmenar Viejo, 28 de agosto. Quinta corrida de feria. Dos tercios de entrada.

En realidad el peso no da la medida del trapío del toro, como sabe bien la afición. Saltaban a la arena los pablorromeros y la afición tenía claro que se trataba de toros cuajados y serios, al margen de lo que pudieran pesar. Lo malo fue que, por la parte de los pitones,, dejaban de ser toros cuajados y serios, tan astigordos y romos los tenían.

Ahora bien, el sobrero constituía caso aparte. El sobrero, con impresionante arboladura por delante y empujando la leña un corpachón gigantesco, era un toro que, a vista de tendido, metía miedo. Y si metía miedo a vista de tendido, ya se puede imaginar lo que podía ocurrir a vista de redondel. Mas el diestro a quien correspondió -José Antonio Campuzano, le llaman- no salió corriendo; antes al contrario, haciendo gala de oficio lidiador y de casta torera, instrumentó exactamente la faena que correspondía a aquel toraco topón, de incierta casta, sometiéndolo en tandas cortas de derechazos, y cuando dejaba de embestir, cambiándole el viaje para echárselo por delante con el pase de pecho.

El torazo parecía tener la rusticidad de los primitivos toros de lidia, antes de que entrara la selección en pureza por los canales sanguíneos de las ganaderías. Una árdua tarea ganadera llevada a cabo durante siglos para producir el toro de alta competición, que a veces concluye con resultados adversos. Es el caso de Pablo Romero. Los toros que lidió en Colmenar esta legendaria divisa resultaron broncos, y sólo admitían los trasteos defensivos que les aplicaron Campuzano, Manili y Cuéllar en sus primeras intervenciones.

Hubo un pablorromero boyante, al que Manili pegó muchos muletazos, pocos buenos. Y el sexto acaso lo fuera también, pues aceptó los fogosos pases de rodillas y de pie que Cuéllar le administró, pero estaba inválido, y nadie lo tomó por toro. Incluso hubo quien, al compararlo con el sobrero gigantesco aquel, lo tomó por gato. Y de poco le da un patatús.

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