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Tutearse

Juan Arias

Tutearse es muy español. Es casi un distintivo de la nueva España. ¿Será un pecado? Hay quienes ven esta riada de tuteo como el inicio de un derrumbamiento del concepto de autoridad y de respeto. Sin duda alguna, a quien lleva muchos años fuera de aquí le produce una cierta impresión el que, por ejemplo, el portero de tu casa, a las 24 horas de haberte conocido, te pregunte si puede tutearte.Al contrario, a los extranjeros que nos visitan el tuteo les resulta agradable; a veces hasta les exalta. Por ejemplo, a los italianos, acostumbrados como están a ese complejo ceremonial de dottore, professore, ingeniere, avvocato, cavalliere. Saben muy bien que cuando, en el restaurante, el camarero llama a uno dottore, o a una proffesoressa, es puro ceremonial, porque ni te va a tratar mejor ni se cree que eres alguien. Es un rito.

El tuteo español no deja de ser otro rito, porque el empleado sabe muy bien que por el hecho de poder tutear al jefe no deja de ser menos súbdito, pero quizá sea un rito más en armonía con el mundo moderno que intenta liberarse del peso de tanto convencionalismos y que sufre la tiranía de nuevas y duras soledades.

Se están buscando explicaciones a este fenómeno del tuteo español y hay hasta quien pretende haberlo encontrado en el llamado felipismo, una especie de socialización barata y Ficticia. ¿Pero el presidente Felipe González no trata de usted a los periodistas?

Más que intentar buscar una explicación al fenómeno, cosa que podría volver locos a los sociólogos, pienso que lo importante es analizar si dicho fenómeno crea o no acercamiento entre la gente, si mitiga el cáncer de la soledad, si hace a los humanos menos distantes, o si por lo menos les gratifica con tal sensación. Si a la mayoría de los españoles les gusta tutearse, podría querer decir, al menos, que en el pasado han sufrido excesivamente el peso de la jerarquización verbal. O bien que la nueva generación siente la urgencia de anular distancias para sentirse menos desigual.

No creo que el tuteo signifique ni falta de respeto ni deseo de minar el concepto base de autoridad. Nunca he visto a una verdadera personalidad sentirse disminuida porque se la trate de tú. La seguridad y la autoridad nacen de dentro hacia afuera y no se empañan con un tú, ni se acrecientan con un usted.

Recuerdo que el entrañable y gran escritor siciliano, el difunto Leonardo Sciascia, te tuteaba con un respeto tal que tenías la sensación de que te estaba tratando de excelencia. Y precisamente por ello te obligaba a responderle con un tuteo que necesitabas modular con el tono de voz para demostrarle hasta tangiblemente que no por ello desconocías su autoridad de maestro indiscutible.

Se puede tratar de usted a una persona despreciándola y se la puede tutear admirándola y venerándola. Ya sé que alguien podría objetar que la forma es siempre importante y que lo mejor es saber mantener las distancias incluso verbalmente, y que hay padres a quienes les gustaría que sus hijos les tratasen de usted, como antaño. Y, sin embargo, la nueva generación ha cambiado sus cánones. Es posible que la franqueza de los jóvenes nos produzca a los mayores una cierta desazón odesconcierto, y no niego que exista el peligro de sobrepasar los límites del respeto. Pero es dificil no admitir que la relación de diálogo y de espontaneidad que hoy existe entre padres e hijos es un bien al que pocos estarían dispuestos ya a renunciar.

Y si esa espontaneidad está saltando en España de la familia a la calle podría significar por lo menos el deseo de querer alargar las relaciones, de sentir que la familia se ensancha. Como podría indicar un forcejeo para sentirse menos aislados, menos diversos en una sociedad cuyo peligro de fondo es precisamente la competición sin piedad, la discriminación a todos los niveles, el aparecer diferente para sentirse superior.

Lo cierto es que en España se advierte un predominio del elemento joven en todos los estamentos. Hay quien ha afirmado que este país aún no ha superado la fase adolescente y efervescente del cambio. Los que nos visitan del extranjero sienten la sensación de que en España todo es joven, y a veces se preguntan dónde ha ido a parar la generación de los mayores. Y es posible que ese elemento joven haya contagiado a la sociedad y que los mayores acepten con gusto la euforia del tuteo como remedio para no sentirse doblemente aislados.

Podría acontecer así que la fiebre española del tuteo, que no creo que tenga parangón en Europa, responda a una doble exigencia de jóvenes y menos jóvenes de no sentirse aislados ni demasiado distantes. Pero en dicho caso, si la soledad y la incomunicabilidad parecen ser el cáncer más corrosivo de nuestra sociedad, resulta difícil denigrar el uso del tuteo si ello resulta una terapia, consciente o no, de dicha grave enfermedad.

Días atrás, un psiquiatra español afirmaba que en nuestro país se dan menos suicidios que en otros lugares de Europa - donde el uso del usted, que respeta verbalmente las distancias, se mantiene a rajatabla-. Quizá no tenga nada que ver, pero el mismo psiquiatra añadía que la causa que produce hoy más suicidios en el mundo es la soledad.

El escritor francés François Mauriac alertaba para que nadie negase un cigarrillo al prójimo anónimo y -como creyente- lo razonaba diciendo que quien te para para pedirte un cigarro quizá lo que te esté pidiendo es que le des a Dios. Puede que sea demasiado, pero no cabe duda de que lo que más piden hoy pequeños y grandes es acercamiento, comprensión, una razón para seguir siendo fieles a la vida. A veces para no suicidarse.

Y por infantil que pueda parecer, el tener la posibilidad de tutear a tu prójimo puede dar por lo menos la ilusión de que te van a escuchar mejor. A mí nadie me ha pedido nada en la calle o en la intimidad tratándome de usted. Recuerdo a un intelectual italiano a quien yo conocía por motivos de trabajo que, hallándose en un apuro familiar, tras una larga enfermedad que le impedía trabajar, se dirigió a mí, por teléfono, pidiéndome que le prestara una pequeña cantidad, y por primera vez, con gran sorpresa por mi parte, me trató de tú.

Pensar que el tratar de usted o de tú pueda deshacer o sólo acortar las distancias que nos separan a unos de otros sería infantil, pero quienes abogan que el usted en el fondo como freno para que se mantengan ciertos límites que no pueden ni deben saltarse deberían pensar que si de algo ha abusado la sociedad de los humanos en su historia es de identificar lo que divide y no lo que une a los hombres. Pero la verdad cruda y desnuda es que, en la raza humana, es infinitamente más lo que nos hace iguales que lo que nos distirigue. Baste pensar en la muerte o simplemente en el dolor. Recuerdo que un cura a quien su arzobispo maltrataba verbalmente y hasta llegó a pedirle que se arrodillara y le pidiera perdón , éste, al echarse a sus pies, le comentó: "Imagínese, Excelencia, cómo cámbiaría de tono esta escena si usted y yo estuviéramos ahora desnudos".

Tutearse puede ser como desnudarse ante el prójimo. Hay quien le da miedo desnudarse o que le desnuden. Curiosamente, la religión mayoritaria

del Occidente tan clasista como es la cristiana, nunca ha tenido escrúpulos, en tratar de tú a Dios.. imaginaos lo ridículo que resultaría que los cristianos se dirigesen a Dios, en la plegaria por antonomasia de dicha confesión religiosa, diciendo: "Padre nuestro, que está usted en los cielos".

Si a Dios no le importa que le traten de tú, si un creyente no podría tratar de usted a lo que más ama y teme, nadie debería escandalizarse sobremanera ante esa costumbre tan española del tuteo ni temer por ello perder los anillos.

El amor tiene siempre sabor a tú, y suele siempre odiarse de usted. En la poesía, con el tú el verso es más bello, más incisivo. Estoy convencido de que si el sol y las estrellas conversasen no se tratarían de usted. Sólo los falsos dioses, si existieran, se tratarían forzosa y pomposamente de usted.

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