_
_
_
_
Entrevista:

"Aún no sabemos como reaccionara un astronauta cuando pierda de vista la Tierra"

"Durante los primeros momentos en el espacio no sentí una sorpresa especial porque estábamos muy ocupados con las maniobras del vehículo y el control de todos los sistemas, pero luego, cuando vi toda la superficie de la Tierra, sentí entusiasmo, me di cuenta de que tenía mucha suerte", explica Atkov, que recientemente ha impartido un curso en la Universidad Internacional del Espacio de Toulouse (Francia).El fue el primer médico clínico en el mundo que viajó al espacio con la misión específica de investigar la mejora de los ejercicios que mantienen el sistema cardiovascular y los músculos, y se pasó ocho meses metido, con dos compañeros, en los 10 metros cúbicos de la estación espacial Saliut 7 dando una vuelta a la Tierra cada hora y media a unos 500 kilómetros de altura.

Las misiones espaciales hasta el momento se han hecho dando vueltas alrededor de la Tierra o a la Luna, sin perderla nunca de vista. "Es difícil predecir cómo se sentirán los astronautas al ver que el planeta va disminuyendo de tamaño hasta perderse de vista en un cielo en el que sólo habrá estrellas y el Sol", comenta Atkov.

Otro problema es el deterioro del sistema inmunológico de los astronautas, que preocupa a los médicos espaciales no sólo porque creen que la ausencia de gravedad produce alteraciones, sino también porque "los astronautas comen alimentos inactivos, sin bacterias, ya que no sabemos si las bacterias serán peligrosas para la salud, y no podemos correr el riesgo, de modo que toda la comida se esteriliza, con lo que se reducen las defensas humanas", explica.

En tercer lugar, Atkov señala la necesidad de investigar las mutaciones genéticas que pueden producirse por la exposición prolongada del cuerpo a la radiación cósmica. "Un 95% de un viaje a otro planeta transcurriría en el espacio abierto, fuera de la protección terrestre que proporcionan los cinturones de Van Allen", advierte.

Relaciones sexuales

En cuanto a las pruebas de relaciones sexuales humanas en órbita, Atkov afirma que los soviéticos no han hecho ninguna prueba al respecto, y que no cree que lo hayan hecho los estadounidenses. "Las primeras horas en el espacio son muy agradables, porque nada pesa, ni tú mismo, pero todo cambia enseguida: la sangre se concentra en la parte de arriba del cuerpo, te duele la cabeza, estás incómodo, tienes ilusión de rotación si cierras los ojos, es imposible mover la cabeza rápidamente", cuenta Atkov.Poco a poco se habituó a las condiciones de ausencia de gravedad. "De vez en cuando me sentía triste, no deprimido, sino que me invadía una sensación de tristeza que nada tiene que ver con el estado de microgravedad, sino con un montón de factores, como el hecho de permanecer aislado, en un sistema cerrado, sufriendo bastantes privaciones". Recuerda que la Saliut 7 era una estación incómoda, que se sentía aislado de la vida real a pesar de las comunicaciones por radio. "Probablemente, viviendo en una nave o una instalación confortable, con un equipo numeroso de personas, el espacio es un lugar adecuado para el hombre".

Atkov, que actualmente trabaja en un instituto de medicina de Moscú y que no ha vuelto a viajar al espacio, insiste en la importancia del factor psicológico cuando un grupo de personas tiene que convivir durante meses en un pequeño habitáculo. "Éramos tres, y de vez en cuando no estábamos de acuerdo en algo; si dos de nosotros discutían, lo mejor que podía hacer el otro era mantenerse al margen hasta que acabasen de discutir, porque no puedes abrir la puerta de la estación y marcharte", recuerda Atkov.

¿Siguieron siendo amigos después del viaje espacial? "La primera noche que pasamos en la base de Balkonur, cuando aterrizamos, recuerdo que me desperté muy pronto, era el primer día que dormía en gravedad normal después de ocho meses", dice Atkov. "Los dos médicos que controlaban mi estado de salud me preguntaron qué me pasaba, y les dije que quería ver a mis dos compañeros, de modo que me pusieron en una silla de ruedas y me llevaron a la habitación del comandante de la misión, y me encontré que allí estaba también el ingeniero de la misión".

Atkov recuerda que estuvieron charlando mucho rato, hasta que de repente abrió la puerta el comandante de la base y dijo: "¿No habéis tenido suficiente tiempo de hablar ahí arriba durante ocho meses los tres solos?". Explica que durante todo ese tiempo había dormido con sus compañeros al lado, suspendidos en la estación; que se había acostumbrado a su presencia, a su respiración, y que al regresar los echaba de menos.

Atkov cree que técnicamente es posible preparar una misión tripulada a Marte para dentro de unos años, pero para él hay que contestar antes a la pregunta: ¿para qué ir a Marte? "No tengo una respuesta, aunque como científico creo que sería muy interesante, pero en la Tierra tenemos muchos problemas graves que solucionar". Y concluye: "Primero soy una persona de la Tierra, y en segundo lugar, del universo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_