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"Cuidado con los uskokos"

"Cuidado con los uskokos. No utilice carreteras secundarias, no viaje de noche". Esta recomendación aparece en una guía turística Baedecker de 1910 de la región austro-húngara de Dalmacia y de Bosnia-Herzegovina, por entonces recientemente anexionada por Viena. Los uskokos eran una tribu balcánica con miembros cualificados como salteadores de caminos.Hoy la región es mucho más peligrosa que entonces. Es imposible llegar a Dubrovnik por Croacia sin pasar por barricadas y controles de civiles armados serbios y la milicia de la Krajina. Para un croata, el viaje es una temeridad; para un extranjero empieza a serlo.

Si a unos periodistas occidentales les roban un automóvil y todo el material de trabajo en presencia de oficiales federales, los croatas y los civiles atrapados en uno de estos controles quedan a merced del capricho, humor y grado de alcoholemia de los milicianos. Llegar a Dubrovnik es ya una aventura. Pero algunos no se arredran.

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"Hernos venido a ver a la Virgen". Así explica su presencla en Dubrovnik un grupo de jóvenes norteamericanos, los únicos extranjeros que comparten con algún periodista el hotel Excelsior, desierto por lo demás en esta temporada que solía ser alta y se ha hundido en el fragor de la guerra en Croacia. Dubrovnik, la joya del Adriático, con sus poderosas murallas de basalto, está casi vacía, cortados sus accesos por carretera hacia el resto de Croacia por los combates en Dalmacia septentrional.

Los peregrinos de Oregón han venido para visitar el santuarlo de Medjugore, en la Herzegovina. "Sólo vienen ya los que tienen auténtica devoción. Tienen aquí experiencias sublirnes", dice Joan, la organizadora, que parece ser mitad monja, mitad promotora de viajes con fines lucrativos. El fervor mariano induce a estos jovencitos con walkman, bermudas y gorra de béisbol a cruzar con santa indiferencia los controles de la policía croata y a toparse con los largos convoyes de tanques y transportes de tropas del Ejército federal que se concentran cerca de la ciudad.

Dubrovnik es un aparente remanso de paz en estos violentos tiempos que corren en Yugoslavia. Por las noches, un grupo de excelentes voces entona, bajo los arcos del palacio Sponza, frente a la iglesia, de San Blas, cantos gregorianos que resuenan con acústica mágica por las calles medievales.

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La muerte de Lederer

La guerra ya está presente. Romana acaba de perder a unos de sus mejores amigos, el cámara de televisión Gordan Lederer. Este arqueólogo, espeleólogo y periodista, con 33 años y una hija de meses, murió el sábado en Kosteljnica. Primero le disparó un francotirador que tuvo que ver perfectamente la cámara que portaba, después, ya caído, estalló junto a él una granada de mortero. Finalmente, el Ejército federal impidió la llegada de un helicóptero para evacuarle. Dicen que podía haberse salvado. Romana, como la inmensa mayoría de los croatas, piensa que fue asesinado tres veces por "los serbios y el Ejército federal".

Éstos cada vez son más una sola fuerza. Banja Luka, en Bosnia, antigua capital del Pachaluk turco y centro de la Bosanska Krajina, con mayoría serbia, es hoy una ciudad uniformada. Los oficiales y los reservistas serbios, movilizados también en Bosnia a espaldas del Gobierno de la república, abarrotan los cafés y las calles. Las fuerzas del Ejército federal que se retiran de Eslovenia se están concentrando aquí, a pocos kilómetros de la frontera croata, como en la Dalmacia septentrional y en la Vojvodina y Eslavonia. Forman ya un gran arco que podría romper rápidamente Croacia en tres partes. Está compuesto por fuerzas netamente serbias, tan motivadas en su odio a los croatas como cualquier guerrillero extremista chetnik.

Dubrovnik fue llamada Ragusa, una ciudad-república libre y opulenta durante 400 años. Sin la flota propia que comercio con todo el mundo, su oro procedía de un turismo que ahora no viene. Y sus otrora inexpugnables murallas pronto pueden necesitar algo más que la protección de la Unesco.

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