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Los kuwaitíes celebran su liberación entre la esperanza y la incertidumbre

JUAN CARLOS GUMUCIO ENVIADO ESPECIAL, Los kuwaitíes conmemoraron el primer aniversario de la invasión iraquí Sin saber muy bien si festejar el fin de una pesadilla, llorar los horrores de la ocupación o lamentarse de la incertidumbre que les ha traído su nueva libertad. Bajo el implacable sol del desierto, ayer hubo de todo en las poblaciones del emirato reconquistado por una fuerza multinacional encabezada por Estados Unidos.

En las mismas calles tomadas por los tanques de Sadam Husein hace exactamente un año, en la madrugada sonaron otra vez los disparos cuando decenas de kuwatíes resolvieron expresar su júbilo con descargas de fusilería al aire. Bajo un sol opaco surcado por balas trazadoras, muchos jóvenes se agolparon en la avenída de la costa de la. capital coreando "Kuwait es libre, Kuwait es libre". En la mayor parte de la ciudad brillaban enormes retratos recien impresos del emir y su heredero.Pero ni el jeque Jaber Al Sabaj ni el príncipe heredero aparecieron por ninguna parte. La monarquía quiso, y consiguió, una conmemoración lo más sobria posible. Por una rara coincidencia los Al Sabaj estuvieron de acuerdo con sus críticos más resentidos.

Cinco meses después de la liberación de Kuwait por las fuerzas aliadas, financiadas por las monarquías del Golfo, en Kuwait es imposible ignorar los signos de que la invasión ha creado una división más en una sociedad de por si fundada en viejos privilegios. En el emirato hay tres grupos de personas: ciudadanos de primera, kuwaitíes cercanos a la monarquía de segunda, nómadas o beduinos, y final mente los extranjeros, que son mayoría.

La nueva distinción extraoficial separa a los kuwaitíes en dos: los que se quedaron a resistir la ocupación iraquí y aquellos que huyeron y vivieron el más dramático capítulo de su país apoltronados frente a las pantallas de televisión en Europa, Estados Unidos o Arabia Saudí.

Recordando al amigo

Entre los primeros estaban ayer Habid Ashur que se fue a llorara sus muertos en el cementerio de Sulaibijat, en las afueras de la capital. Ashur abrió una botella de agua perfumada y la clavó boca abajo en la tumba del capitán Ahmad Kabnazart. Habían sido amigos desde niños. "Cuatro soldados iraquíes los secuestraron de su casa y le dijeron a su mujer que lo devolverían a cambio de 10.000 dinares kuwaitíes (unos tres millones de pesetas) y los dos coches de la familia", recuerda Ashur. Los iraquíes le dieron cuatro días, al quinto volvieron recogleron el dinero que su mujer consiguió recolectar y las llaves de los automóviles. "Pusieron a Ahínad en la puerta de la casa y, lo acribillaron frente a, su mujer y sus dos hijos. Yo tarribién estuve allí...". Ashur dijo que pudo haber huido en los primeros días de la invasión. "Pero no íbamos a huir mientras los iraquíes mataban saqueban y violaban".

Aparte, naturalmente, del emir y de toda su familia, dos tercios de la población de kuwaitíes-kuiwaitíes, estimada en alrededor de 710.0000 en un país de más de dos millones si se cuenta a los nómadas y a los extranjeros, principalmente palestinos, huyó cuando pudo. La mitad de los kuiwaitíes-kuwaitíes está todavía fuera, según cifras que se manejas en tres embajadas occidentales. Los que han vuelto no han encontrado mucha cordialidad. Incluso tienen el descaro de venirnos a contar lo bien que no pasaron en Londres o Nueva York"., dijo ayer con amaragura Sujka, una joven maestra que ha abandonado su trabajo para ayudar al Comité de Desaparecidos y Prisioneros de Guerra para tratar de establecer la suerte de 2.477 kuwaitíes de quienes no se ha vuelto a saber absolutamente nada desde el día en que fueron capturadios por los iraquíes.

"La línea que divide a los que sefueron y los que se quedaron es cada día más clara y profunda en la coinciencia de los kuwaitíes", agregó. "Ayuda a identificar quienes quieren realmente a su tierra y quienes la ven sólo como el sistema de seguridad social más rico del planeta. En breve, es una cuestión de patriotismo". En las mismas avenidas de Kuwait, donde por la mañana grupos de jovenes bailaban música occidental, al anochecer había otros jóvenes que ataban solemnemente cintas amarillas a los postes de electricidad para recordar a la gente que todavía hay kuwaitíes en prisiones iraquíes.

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