Buen cine negro
Miami bluesDirección: George Armitage. Guión: George Annitage, basado en la novela de Charles Willeford. Fotografía: Tak Fujimoto. Música: Gary Chang. Montaje: Craig McKay. Diseño de producción: Maher Ahmad. Productores: Jonathan Denime y Gary Goetzman.
Productores ejecutivos: Edward Saxon y Fred Ward. Estados Unidos, 1990.
Intérpretes: Alec Baldwin, Fred Ward, Jennifer Jason Leigh, Charles Napier, Nora Dunn. Salas de estreno en Madrid: Madrid y Rosales.
Tres antiguos pupilos de ese gran descubridor de talentos que en su día fue Roger Corman han tenido la feliz idea de llevar al cine las novelas de Charles Willeford: en 1974, Monte Hellman rodó Cockfighter, basada en un guión del propio Willéford; ahora, Jonathan Demme, el autor de Algo salvaje, ha producido Miami blues, Filme escrito y dirigido por George Armitage, en otros tiempos actor, guionista, realizador y productor, bajo el nombre de Graham Armitage, de lafactoría de Corman.
De origen californiano, pero durante muchos años residente en Miami -a donde se trasladó atraído por el índice de criminalidad más elevado de Estados Unidos-, Willeford fue un excelente escritor de novela policiaca, algunas de cuyas novelas, publicadas en los años setenta, están en la línea más dura, violenta y nihilista de la serie negra, razón -por la cual hay quien le ha comparado con el recientemente redescubierto Jim Thompson. El autor de New hopefor the dead y The burnt orange heresy ha sido definido como un maestro en describir los monstruos humanos que engendra una sociedad desquiciada; uno de estos, quizá su criatura más compleja, perturbadora, amoral, es Junior Fenger, el protagonista de Miami blues, que Alec Baldwin interpreta con admirable lujo de matices en la película de Armitage.Ritmo nervioso
Desde que, al inicio del filme, aterriza en el aeropuerto de Míami, Fenger imprime a las imágenes el ritmo nervioso, crispado y febril con que él mismo se encamina decididamente hacia el abismo.
Una cámara especialmente ágil da cuenta de sus actos con la frialdad y el rigor de un informe clínico, pero delegando en el espectador toda pretensión de enjuiciarlos. Apenas transcurridos dos minutos de metraje, asistimos al primer estallido de violencia irracional, tan instantáneo, seco y estremecedor como el crujido de un hueso roto; la fonna en que está filmado -con un único y, virtuoso movimiento de cárnara- anticipa ya el tono lacónico, singular, preciso, de Miami blues.
Fenger es tan sólo la punta del iceberg de un sistema demencial en el que la posesión de una placa (le policía puede llegar a ser la mejor patente de corso. Siguiendo la mejor tradición del género negro, la trama subraya la dificultad de trazar una línea fronteriza entre el criminal y los representantes de la ley que le dan caza, entre la locura y la normalidad o entre la psicopatología y determinados comportamientos heroicos.
Armitage rehúye cualquier tentación de maniqueísmo en beneficio de una ambigüedad moral tan sugerente como poco habitual en el cine comercial de Estados Unidos.
A diferencia de la mayor parte del cine policiaco actual, las escenas de acción (abundantes, concisas, bien rodadas) y el ritmo acelerado de los acontecimientos no se anteponen al desarrollo de los personajes, que están descritos con la misma sobriedad y eficacia que preside los diálogos, el trabajo de los actores (magníficos Fred Ward y Jennifer Jason Leigh), la planificación y el montaje.
Miami blues es un curioso, modesto y estimable filme negro, rebosante de sarcasmo y ferocidad, que remite, por su economía narrativa y dinamismo, no tanto, como se ha dicho, al cine de David Lynch, sino a las películas de Joseph H. Lewls o Phil Karlson, y, sobre todo, a las de Don Siegel de los años cincuenta y sesenta.
Desde Hiddén, de Jack Sholder, no habíamos visto el espíritu de la serie B resucitado con tanta pasión y energía.
Babelia
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