El 'lifting' de la alta costura
París se vuelca en apoyar su industria nacional de la moda
Kilos de imagen nacional francesa representada por tafetanes, pedrerías y martas cibelinas han surgido del laboratorio de los costureros y fueron exhibidas la pasada semana en París. Rejuvenecer el lujo resulta una urgencia, y así lo ha hecho Chanel, con trajes de vinilo y botas de plexiglás, o Montana, con chándales en visón y cremalleras de cuero. Todos los esfuerzos son válidos para sostener a las industrias del perfume o el prêt-à-porter que París despacha al mundo entero. Así lo dijo la primera ministra francesa, Edith Cresson, que estuvo presente en los desfiles: "No vengo a escoger mi guardarropa personal, sino a defender la industria de la alta costura, tan querida en Francia".
El escaparate de los prodigios ha vuelto a ponerse en marcha adoctrinado por el espíritu clásico de la alta costura francesa. Con una voluntad más austera y sobria, pero sin el trauma que representó la última edición, celebrada en pleno conflicto bélico del golfo Pérsico y que suspendió los envíos de gasas y organdís al Oriente Próximo y a los Estados Unidos (un 65% de la clientela de la alta costura es norteamericana), las pasarelas de París han encarnado de nuevo para el próximo otoño-invierno la quintaesencia de la distinción, palabra fundamental en todo los ateliers-laboratorios de los creadores que luchan contra la muerte de la alta costura y le procuran un buen lifting (levantamiento). La Cámara Sindical representa a 21 empresas de lujo. Entre costureras, bordadoras y relaciones públicas, suman un total de 2.000 las personas que trabajan para las 1.500 mujeres que consumen alta costura en el mundo entero."No quiero volver a escuchar la frase de cuándo se acabará la alta costura; ésta no morirá, porque lujo es lo mismo que arquitectura del cuerpo", respondió Gianfranco Ferré al ser preguntado sobre la duración del fenómeno de las firmas de moda. En cambio, Yves Saint-Laurent, siempre contrario a lo que él denomina "el gusto burgués y los trajes de ricas", vaticina que en 10 años es posible que la alta costura sea sustituida por un prêt-à-porter exclusivista.
"¡Nos han querido hacer creer que la desenvoltura pasa obligatoriamente por el vaquero y la camiseta, y esto es falso! Ciertas chicas tienen un aire de niñas bien más pronunciado con sus pantalones vaqueros que otras que visten con crinolinas", opina Christian Lacroix, que en su desfile del pasado domingo celebraba su décimo aniversario en el mundo de la costura.
Rejuvenecerse o morir
Mientras las voces críticas apuntaban que tal despliegue ecléctico de talles hollywoodienses, cortes trapezoidales en color pastel, metacrilatos y rubíes incrustados podía asociarse al sentimiento de pérdida estética que sacudió la moda de posguerra de los cuarenta, los creadores han hecho lo posible por rejuvenecer la alta costura Tanto es así que Karl Lagerfeld no tuvo reparo en cometer sacrilegio y vestir a la novia en traje de celofán, calzar a las modelos con botas altas -tendencia clave para el próximo invierno- y utilizar tul hasta la saciedad en una evocación de las bailarinas de los años veinte. Sólo cuatro trajes de chaqueta ribeteados permitieron palpar el aire Chanel, que, con miras al nuevo siglo, parece debilitarse.Versace fue el otro transgresor de las reglas, más por el discurso que por los caros casimires y piedras bordadas una a una. Ceñidas, con cortes profundos en piernas o escotes y vestidas con una simple malla cubierta por un gran abrigo, las mujeres Versace huyen de la distinción fría que desprenden otros Prototipos de mujeres, como la de Dior, concebida por Gianfranco Ferré. La vulgaridad, aunque sea humorística, no tiene cabida en la Casa Dior, que para la próxima terraporada presenta una gran colección de trajes con grandes solapas, envueltos con echarpes y estolas. El traje de cóctel, con un juego de volúmenes contemporáneo, funciona tanto como la falda de pliegues o como los abrigos amplios forrados de cibelina. Estudiar los volúmenes del cuerpo es la clave de la ropa con movimiento de Ferré.
El barroco de Christian Lacroix, que sirve una fiesta gitana en oro y rubíes con tejidos rústicos combinados con bordados grafino y pantalones tipo gaucho al lado de corsés de auténtico orfebre, choca con el aire más relajado de Scherrer, Nina Ricci Oliver Lapidus o Torrente (el modista de Cresson, que presentó una colección con el patronaje de la primera ministra).
Claude Montana, para Lanvin, recupera como tendencia los colores pastel, al igual que Versace, y busca la pureza estética con más modernidad que ninguno. Faldas cortas de patinadora, chándales en visón azul, pantalones cigarrillo que llevan el zapato incorporado, americanas-levita, boleros desestructurados y pequeños abrigos, con un aire años sesenta, completaron su colección, no exentas de las pepitas de oro del gran bordador parisiense Lesage.
Perfección
Pero fue Saint-Laurent quien hizo gala de la perfección para ensalzar lo femenino que ya abrazó con sus primeras blusas de transparencias y con los cinturones delgados en faldas de vuelo. Más procaz gracias a una lencería severa como traje de noche y con colores aromáticos y botticellianos, Saint-aurent insistió en los cuerpos breves y exquisitos.
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