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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un PEN funcional

EL GOBIERNO aprobó el viernes pasado el nuevo Plan Energético Nacional (PEN), que, como puntos claves y básicos, consolida la moratoria nuclear, impulsa el consumo de gas natural como fuente de energía básica, propaga la autogeneración de energía desde las propias industrias transformadoras y recoge los aspectos fundamentales de las normativas comunitarias sobre medio ambiente, lo que se plasmará en políticas de ahorro energético.A grandes rasgos, el plan -que no es sino el cálculo del aumento de la demanda energética y las necesidades inversoras que la satisfagan- es correcto, sin grandes excesos imaginativos y con el acierto de haber optado por contratos internacionales -Francia y Argelia, pero sobre todo en el primer caso- suscritos en momentos óptimos y que evitaron riesgos innecesarios en inversiones de gran volumen. Sólo falta que el debate parlamentario a celebrar el próximo curso sea, cuando menos, del relieve que el tema merece.

Los escenarios energéticos internacionales muestran unas expectativas de precios estables y moderados -con un barril de crudo en torno a los 23 dólares- y un menor riesgo de perturbación en la zona del Golfo, donde se ha demostrado que los países productores son capaces de reaccionar ante situaciones como la de la guerra. La incorporación de la URSS al concierto mundial asegura además un efecto estabilizador mayor. Las consecuencias de la guerra del Golfo sirven para contemplar la realidad que debe analizarse en el futuro energético, de España en lo que queda de siglo. Por un lado, el retraso que supuso la citada guerra en la aprobación del PEN ha venido a demostrar que no era tina disculpa, ya que los precios del gas sobre los que se basa el plan dependen de los mercados internacionales de petróleo, y también que ha sido útil para perfilar los objetivos con más precisión. De otra parte, abren la puerta a proyectos y energías (las alternativas y el propio gas) que hasta ahora sólo eran proyectos.

Esta política de ahorro y de eficiencia energética se hace en varios frentes, y trata de regularse con el propio mercado como mecanismo fundamental en la asignación de recursos, recurriendo a la planificación sólo cuando lo exijan imperativos de eficiencia, reducción de riesgos o protección del usuario. Eso supone dotar al sistema de mayor capacidad de autorregulación y de adaptación de la oferta a la demanda. De esta forma, se podrá reflejaren los precios la evolución de los mercados internacionales. Pero, además, el Gobierno quiere añadir a estos criterios la aplicación de la fiscalidad indirecta sobre productos energéticos, lo que se utilizará como un instrumento adicional para la consecución de los objetivos energéticos y medioambientales. Es decir: se podrán regular los impuestos indirectos de productos como la gasolina.

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Pero quizá donde hay que detenerse con mayor atención es en la generación de energía eléctrica y el equipamiento que se hará de aquí al año 2000. Precisamente es ahí donde tendrá especial incidencia el gas natural, la autogeneración de industrias y el proclamado parón nuclear. Las palabras del ministro de Industria, Claudio Aranzadi, sobre moratoria nuclear, decisión polémica en el seno del partido del Gobierno, se asemejan a una decisión salomónica. Según el ministro, no se descarta que tras el año 2000, y toda vez que hayan evolucionado lo suficiente los reactores de seguridad pasiva, se pueda dar entrada a nuevas centrales nucleares.

La apuesta por el gas natural, energía mucho más limpia, coincide con la, restricción en la del petróleo, cuya dependencia seguirá estando, pese a todo, por encima del 50% al final de siglo. De ahí que al Gobierno no le importe fiscalizar los derivados del petróleo en favor de las nuevas fuentes. El otro punto destacado es la autogeneración. Nada menos que 2.500 megavatios se espera conseguir por dicha vía, que en esencia significa que las industrias puedan producir su propia energía, lo que redunda en el ahorro que persigue el PEN. En cuanto al carbón, una de las energías autóctonas, se mantendrá su presencia en la producción eléctrica, aunque bajará ligeramente en la energía primaria. Preciso es significar que se respetarán las directrices comunitarias y no se harán explotaciones donde el coste sea superior a los precios comunitarios. Eso quiere decir que se potenciará la misma a cielo abierto y se reducirán las subterráneas; en una palabra, Hunosa y Ponferrada.

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