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La afiliación sindical en España se redujo casi a la mitad durante los ochenta

Victoria Carvajal

El número de asalariados españoles que pertenecen a un sindicato se ha reducido casi a la mitad durante los años ochenta. Mientras en 1981, de cada 100 trabajadores 21 estaban afiliados, en 1989 sólo lo estaban 13, según los datos de la OCDE y el Ministerio de Trabajo. El control de la inflación, la transformación de la mano de obra, los nuevos valores sociales y la creciente importancia del sector de servicios son, según la OCDE, las causas fundamentales de este fenómeno común a los países más desarrollados.

En su informe anual Perspectivas de empleo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que sólo el 28% de los trabajadores de los países ricos estaban afiliados a un sindicato en 1988 frente al 37% de 1975. En general la evolución de la afiliación sindical ha sido claramente a la baja durante los años ochenta. Sólo en los países nórdicos (Suecia, Islandia, Finlandia), con políticas sociales muy arraigadas el índice de afiliación, que ya era muy elevado -en tomo a un 65%- ha crecido todavía más. Destaca sobre todo Suecia, país donde más del 85% de la fuerza de trabajo pertenece a un sindicato.No obstante, a la hora de hacer comparaciones, la OCDE matiza que hay que considerar la diferente representitividad de los sindicatos en cada país. En España las centrales negocian para todos los trabajadores al margen de que estén afiliados o no.

En los países con el más bajo porcentaje de afiliados, España (13%), Francia (12%) y Estados Unidos (16%), la tendencia desde finales de los setenta ha sido notablemente a la baja. Mientras que España se produjo una afiliación masiva en 1977, que alcanzó al 30% de la fuerza laboral, tres años más tarde esta tasa se reducía considerablemente hasta un 25%. "La excepción fueron ciertas regiones muy industriales como Asturias y el País Vasco", señala el estudio.

Ya a finales de 1989, sólo el 13% de los asalariados estaba afiliado a un sindicato. De 1981 a 1989, la afiliación se redujo un 41%, según muestran los datos de afiliados de la OCDE y los de población activa del Ministerio de Trabajo español. En 1989 sólo algo más de un millón de asalariados españoles de los casi nueve millones (8.879.000) que cifra Trabajo estaban afiliados a un sindicato.

Una de los factores que influido en la evolución global negativa de la afiliación sindical es, según el informe, el control de la inflación. La caída de esta tasa durante los ochenta ha propiciado que menos trabajadores sientan la necesidad de afiliarse a un sindicato por miedo a perder poder adquisitivo. En los inflacionistas años setenta, los trabajadores se afiliaban para mantener su salario real.

La mayor presencia del sector de servicios en las economías desarrolladas, en detrimento de las industrias más pesadas, como ha sido el caso de EE UU, es también una de las causas de la menor sindicalización. Un trabajador del sector siderúrgico tiene más probabilidades de pertenecer a un sindicato que un motorista que trabaje de mensajero.

El mayor número de mujeres no afiliadas que forman parte de la fuerza de trabajo de los ochenta y cada vez más de los noventa, ha sido también una de las causas de este fenómeno. Curiosamente en tres de los países donde el desempleo es elevado, Italia, Holanda y el Reino Unido, la afiliación ha caído fuertemente en los últimos años. Algunos economistas ven en el repunte del paro la causa de un desencanto con los sindicatos. Estos últimos interpretan estos datos al revés, y consideran que el aumento de desempleo es la consecuencia de esta caída.

¿Se ha acabado la edad de oro de los sindicatos? Puede que la década de los noventa señale el fin del modelo clásico de las relaciones sociales. Eric J. Hobsbawn historiador británico de la clase obrera escribía en mayo de este año que la cohesión social y la conciencia de clase, bases del sindicalismo, han sido desbancadas por la prosperidad, la sociedad de consumo y la xenofobia.

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