Todos los vicios
Gavira / Manzanares, Ponce, Finito
Toros de Antonio Gavira, en general bien presentados aunque varios sospechosos de pitones, 1º, 2º y 6º inválidos, 4º poderoso; 1º, 3º y 5º nobles, resto con dificultades. José Mari Manzanares: media trasera tendida caída, rueda insistente de peones que ahonda el estoque hasta la empuñadura y dos descabellos (ovación y salida al tercio); pinchazo, otro hondo bajo y seis descabellos (protestas). Enrique Ponce: cinco pinchazos, tres descabellos y se acuesta el toro (silencio); estocada baja (oreja con escasa petición y fuertemente protestada). Finito de Córdoba: pinchazo, estocada atravesadísima que asoma -aviso- dos descabellos y se acuesta el toro (silencio); dos pinchazos leves y dos descabellos (silencio). Plaza de Valencia, 24 de julio. Corrida de la Prensa. Cuarto festejo de feria. Tres cuartos de entrada.
Un muestrario antológico de todos los vicios que caracterizan la tauromaquia contemporánea se vieron en la cuarta corrida de la feria de Valencia, organizada por la Asociación de la Prensa. El primer vicio fue que se admitieran en el ruedo toros con pitones sin su natural integridad física; el segundo, que estuvieran inválidos y allí no pasara nada; el tercero -consecuencia del anterior- que en tales casos la suerte de varas quedara convertida en un repugnante simulacro; el cuarto, que los toreros -Manzanares y Finito de Córoba principalmente-, fingieran el arte de torear reduciéndolo al unipase; el quinto... Para qué seguir. Much o vicio hay en la tauromaquia contemporánea: desde lo dicho hasta el bajonazo, que ya se ha convertido en acuchillamiento normalizado, y si hasta hace poco tenía tratamiento de pecado mortal, y llevaba su penitencia, ahora un presidente es capaz de premiarlo con oreja, como ocurrió ayer tras el toricidio perpetrado por Enrique Ponce con el quinto toro.Otro vicio del que no se ha hecho mención pero que también se ve por esas plazas, consiste en echar el paso atrás cuando el toro llega. Manzanares tiene este vicio, qué vamos a hacerle. Manzanares citaba con muy fina apostura a su primer toro, que era un inválido de aborregada sumisión, y al embestir sumiso el borrego inválido de tan fina manera citado, echaba el paso atrás. Por si acaso, lo debía echar. Entre los muchísimos pases que dio de la mencionada manera, intercaló algunos que poseían el empaque consustancial a la torería buena y esto hacía aún más lamentables los restantes. Pues si Manzanares daba algunos pases bien, quiere decir que podría darlos de igual forma todos, ya que su mecánica y su sistemática las conoce perfectamente.
Manzanares no había hecho más que tantear al toro cuando ya rompía a tocar la banda. Este también es vicio habitual en todos los cosos, salvo en Las Ventas, donde no hay música durante las faenas, y la Maestranza, donde la magnífica banda del maestro Tejera toca cuando debe tocar. Parte del público protestó al presumir que el pasodoble intempestivo pretendía rodear de triunfalismo una faena nada triunfal, y además los instrumentos de viento sonaban con desaforada estridencia. Muchos espectadores lo achacaron a que los músicos se acababan de comer una paella. En diversos pasajes de la pieza, los clarinetes se disparaban dos notas arriba de las que figuran en la partitura, rasgando los espacios siderales y, de paso, los sensibles oídos de la afición, que se defendía oprimiéndolos con las manos. Luego les pegaba una bronca a los músicos alborotones. Igual de tremenda debió sonar la trompetería en la toma de Jericó, que narra la Biblia...
Finito de Córdoba padecía ese vicio, tan pernicioso y extendido, de renunciar abiertamente a la ligazón de las suertes. Finito de Córdoba daba un pase, se tomaba su tiempo (y sus medidas de seguridad) para preparar muy compuesto y ceremonioso el siguiente, y así estuvo ocho minutos de reloj. Eso fue en su primera faena, a un torete flojucho y boyante, mientras al sexto, que punteaba, lo macheteó.
Los tres espadas tuvieron un toro boyante y otro dificultoso. Manzanares, al suyo dificultoso, lo macheteó con aseo. Enrique Ponce, al tercero -quizá el más peligroso de la corrida- le ensayó pundonorosamente derechazos y naturales, a cambio de sortear diversos gañafones. Al quinto le hizo faena, sin vicios en esta ocasión, intentando el toreo verdadero, aunque no consiguió templar la encastada embestida. La faena no fue de oreja, la estocada menos, ni la escasa petición justificaba semejante premio, mas la concedió el presidente, cayendo en el vicio característico de la mayoría de los presidentes, que es el triunfalismo.
La fiesta no puede ser apta para menores por culpa de tanto vicioso.
Babelia
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