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Malestar entre los ministerios más afectados por la reduccion del gasto público

El recorte de gasto decidido la pasada semana por el Gobierno ha causado malestar entre los ministerios más afectados. La razón es que el crecimiento del gasto, si bien es superior al previsto, se considera fruto de una presupuestación poco realista -que se arrastra desde el pasado año- y de un objetivo de déficit público demasiado ambicioso. Otro de los datos que han causado preocupación es la estructura de los ingresos públicos, donde se trasluce una cada vez mayor dependencia del impuesto sobre la renta y retrocesos en otros tributos.

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El Consejo de Ministros, en su última reunión, decidió aplicar un severo recorte del gasto público tras una intensa discusión de cinco horas. Al final, se impuso el criterio del ministro de Economía, Carlos Solchaga, que quiere a todo trance presentar a final de año un déficit público menor al del año anterior. Solchaga declaró ayer al término de la reunión con los sindicatos que los ministerios más afectados por los recortes serán Educación, Infraestructura y Defensa.La ruptura de la tendencia a la baja del déficit público registrada desde el año 1985 (desde el 5,3% del PIB al 1,7%) no tendría buena presencia política. El mensaje lanzado desde el Ministerio de Hacienda, tras la incorporación de la peseta al Sistema Monetario Europeo (junio de 1989), es que la política monetaria no puede dar más de sí y que es en la contención del gasto y en el aumento de los ingresos donde se puede y se debe actuar para reducir la inflación.

El problema en los datos hasta mayo es que se arrastra una situación heredada del año anterior, que se ha querido camuflar en un Presupuesto de 1991 presentado como "muy restrictivo" porque el gasto crecía por primera vez en muchos años menos que la economía (6,2% frente a un 8,9%). Pero, al final, las cuentas se resisten a cuadrar. Los gastos no financieros crecen a un ritmo elevado (23% frente al 6,5% previsto), los ingresos no son suficientes y el déficit público, será muy superior al medio billón de pesetas previsto.Colapso económico

Entre los ministerios más afectados por el recorte, en especial los que más invierten -los gastos sociales son intocables-, existe un fuerte malestar. La decisión del Gobierno supone recortar a unos para dárselo a otros.Es decir, se va a paralizar lo que se pueda -sobre todo inversiones aún no comprometidas-, mantener lo que no se puede tocar -gastos corrientes y de personal- y dar más dinero a los programas que no admiten recorte y que han rebasado su presupuesto inicial, según Hacienda, las prestaciones sociales, desempleo y pensiones- Al final, el presupuesto de gastos -obligaciones comprometidas, más ampliaciones e incorporaciones de crédito- no debe rebasar los 12,4 billones de pesetas presupuestados. Hasta el mes de mayo las ampliaciones e incorporaciones de crédito han sido de 187.000 millones de pesetas.

Por el lado de los ingresos, se previó un aumento del 12,9% sobre una recaudación en 1990 estimada en 10,5 billones -que luego fue de 10,2 billones- Los ingresos deben experimentar un aumento superior al 17% resgistrado hasta mayo para que la diferencia respecto de los gastos sea de medio billón de pesetas. Si se hubiera presupuestado con mayor realismo, es decir, teníendo una idea más aproximada de los 360. 000 millones de pesetas que se ingresaron de menos en 1990, no sería tan dificil de alcanzar el objetivo del déficit.

Otro problema, resaltado por los ministerios durante el debate que se está produciendo esta semana, es que el sistema fiscal adolece de un mal de raíz que ha empeorado este año. El impuesto sobre la renta ha pasado de representar un 33,9% del total de ingresos a suponer un 40%, frente a un IVA que ha perdido peso (del 29,8% al 27,3%), lo mismo que ha pasado en sociedades (del 14,3% al 11,6%). La lectura política es que se trata de un sistema fiscal desequilibrado, cuyo peso fundamental recae en las rentas del trabajo (suponen el 75% de la recaudación por renta), que no prospera en la lucha contra el fraude en el IVA y es meramente simbólico en sociedades.

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