Los húngaros de Fuenlabrada
Nacieron en España como sus padres, pero cuando les preguntan dicen que son húngaros como su abuela, y hablan de los españoles como si fueran los otros. "Los españoles nos llaman gitanos porque semos negros", dice Marisol restregándose el oscuro brazo, "pero semos húngaros, no gitanos".Marisol, la tercera de cinco hermanos, vive desde que ella recuerda en un autobús. Sus hermanos mayores nacieron en Zamora; ella (de 14) nació en Madrid; Joni (de 11), en Valencia, y Santos (de 8), en Barcelona. A ella, esa movilidad no le extraña: sus primos Antonia, Joselito e Ismael, que viven en el autobús de al lado, nacieron en Alicante, Cáceres y Tarragona, respectivamente.
Marisol y su familia actúan por las calles "desde siempre". Antes viajaban por Espafla con el órgano, la trompeta, el mono, la cabra y las películas de cine que el padre proyecta, en las noches de verano, contra la pared de los ayuntamientos. Pero, desde hace dos años, el autobús está fijo en un poblado cercano a Fuenlabrada, y Marisol y sus hermanos sólo trabajan en verano y los fines de semana. Los lunes, su madre les levanta a las siete para limpiarles y lavarles la cabeza, porque ese día, desde hace dos años, empieza el colegio "y tienen que ir guapos".
Sus padres decidieron meterles en el colegio Cervantes para poder empadronarse y que "los del Ayuntamiento no nos echasen", pero el colegio se ha convertido de excusa en fuente de cambios. En este tiempo han aprendido a leer, escribir, sumar y dividir. "Mi madre dice que leer es muy bonito", dice Marisol, "porque cuando llegas a los sitios puedes leer los nombres de las calles y no te pierdes". A Santos le ha gustado tanto la experiencia que quiere ser "escritora o profesora", pero a Joselito, Joni y Antonla les tiran más las tablas, y uno quiere ser torero, el otro músico y Antonia artista.
El temor al racismo está siempre latente. Los niños van y salen juntos de¡ colegio, trabajan juntos, pero desde que van al colegio tienen también amigos españoles. "Mi madre dice", cuenta Antonia, "que mejor nos casemos con españoles, porque son ellos los que nos dan de comer y no los húngaros".
A Marisol y su familia, lo que más les gustaría es cambiar el autobús por una vivienda social para quedarse para siempre en Fuenlabrada.
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