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Los niños sin patria van al colegio

El sistema educativo público no es capaz de integrar a los hijos de los inmigrantes

Llegan en pequeños grupos a los colegios públicos de la periferia de Madrid. No hablan español, a menudo no saben leer ni escribir y no es extraño que tampoco sepan su edad. Sus padres trabajan en la construcción, venden alfombras o cortan césped. Sus madres son empleadas domésticas. Los niños no saben por qué vinieron. Ellos se saben distintos, pero el sistema educativo público no se ha preparado para acogerlos y aminorar el choque cultural, "porque son muy pocos", se justifican sus responsables. Son los expatriados más jóvenes.

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El Ministerio de Educación no cuenta con un censo de los niños inmigrantes escolarizados en la Comunidad. "En Madrid es imposible poner en marcha un plan racional de escolarización e integración de estos niños", declara Gregorio Anta, subdirector general de Educación Compensatoría, "porque no tienen asentamiento fijo". Pero lo que el ministerio clasifica como "población de paso y marginal" es un problema creciente en los colegios públicos de Madrid.Según datos aproximados de las subdirecciones territoriales de Educación, en la zona norte predominan portugueses y marroquíes; en la zona sur, polacos, marroquíes, guineanos, latinoamericanos y chinos; en la zona este, dominicanos, polacos, marroquíes y afganos, y en la zona oeste kurdos, marroquíes y portugueses.

Profesorado de apoyo

Los profesores se quejan de la falta de apoyo del Ministerio de Educación. "Para evitar que los niños ínmigrantes retrasen el nivel de las clases, necesitamos profesores de apoyo, material adecuado, aulas sin masificar...", declara el director del colegio Santiago Apóstol, en Villanueva de la Cañada, en el que estudian niños ceutíes, marroquíes, kurdos, dominicanos y chilenos. "Nosotros sólo contamos con una profesora de preescolar que dedica media jornada a clases especiales de audición y lenguaje".Para Maite García, profesora de recuperación del colegio Clara Campoamor de Parla "los verdaderos problemas son las dificultades económicas y familiares que arrastran los niños". Este colegio ha iniciado los trámites para trasladar a Patrick y Jonathan, dos hermanos angoleños de 12 y 11 años "medio abandonados por la madre", a un centro de acogida de la Comunidad.

Los problemas de racismo sólo surgen en las discusiones. "A mí me llaman negro", dice el dominicano Rafael. "A mí, moro", dicen a coro Hana, Mohamed, Katiba, Fátima, Rachída y Saida. "Pues a mí, conejo", añade el chileno Ricardo, que no quiere ser menos. Todos son alumnos del colegio de Villanueva de la Cañada. Su respuesta general cuando les insultan es escuchar y callar. Algunos se defienden haciendo hincapié en que son diferentes. Rachid Serrokh, de 11 años y en el mismo colegio, defendió a capa y espada a Sadam Husein en la guerra del Golfo.

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La mayoría de los colegios no cuentan con gabinetes psico-pedagógicos para atender los problemas que surgen, y los maestros improvisan lo mejor que pueden. "Nadie te enseña en la carrera", se queja Maite Fernández, maestra del colegio Campoamor, "qué tienes que hacer en estos casos. Mientras no haya programas de educación especial, los niños inmigrantes tendrán poco futuro y los maestros estaremos estresados".

El colegio Cervantes, de Fuenlabrada, es uno de los centros privilegiados que cuentan con una profesora de Educación Compensatoria, Teresa Garrote, para 10 niños húngaros, una china, un polaco, dos chilenos y dos argentinos. Cada día les da una hora de lectura, escritura y cálculo. "Algunos llegan sin saber ni tan siquiera qué edad tienen, pero son ninos muy agradecidos", declara Garrote Garrote, "que se esfuerzan por aprender. Te cogen tanto cariño que a veces lo pasan mal cuando cambian de profesor".

Distintas lenguas

Aunque Teresa Garrote piensa que su trabajo es necesario, el Ministerio de Educacion opina distinto. "Los profesores de apoyo actuales atienden a los niños sin resolver sus problemas de integración", declara Gregorio Anta. "Sería necesario", continúa el subdirector de Educación Compensatoria, "que estos profesores hablaran la lengua de los niños y que colaboraran con los servicios sociales y los propios ayuntamientos".La Generalitat de Cataluña, que tiene competencias plenas en educación, le ha tomado la delantera al Ministerio de Educación y Ciencia. Desde hace seis años existen profesores de apoyo de español y árabe para los numerosos niños magrebíes que residen en la capital, Barcelona.

El ministerio quiere poner en práctica un programa especial de escolarización de inmigrantes para el curso 1992-1993. Para ello está elaborando un estudio de las condiciones económicas y culturales de los distintos colectivos. En ese mismo año, la LOGSE prevé que se instalen gabinetes psico-pedagógicos en el primer ciclo de enseñanza primaria.

Los maestros, escépticos, piensan que el ministerio actúa despacio y los inmigrantes aumentan rápido. Lo que hoy es anécdota, mañana puede convertirse en conflicto y marginación. Ahí queda como mal ejemplo París.

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