El ministro jubilado y turista
El jefe del Gobierno español, Felipe González, se lamentó ante el presidente soviético, Mijaíl Gorbachoy, de no disponer de tiempo suficiente para pasear por la montaña; y la intérprete tradujo que al presidente español le habría gustado recorrer a pie las colinas de Lenin, una zona frondosa de Moscú donde está situada la residencia oficial en que se aloja el González.Así empezó la primera conversación entre Mijaíl Gorbachov y su huésped en el despacho del Sóviet Supremo (Parlamento), donde aquél le recibió, oficina que tiene intención de ceder en breve al recién elegido presidente de Rusia, Borís Yeltsin, para instalarse él en un nuevo edificio, también en el recinto del Kremlin, aún en construcción.
El anfitrión contestó a González invitándole a prolongar su estancia. Después, le contó que Hans Dietrich Genscher, ministro alemán de Asuntos Exteriores, propuso un día que los países que visitaron por razones de trabajo mientras estaban en el poder, les proporcionen, una vez que se jubilen, estancias turísticas gratuitas. "En definitiva, se trata de que les organicen giras de recreo cuando alcancen la tercera edad", comentó divertido un diplomático del séquito.
La prensa no pudo, en cambio, escuchar por la tarde el arranque de la charla entre González y el primer ministro, Valentín Pavlov. Harto de esperar al presidente español, que llegó con un poco de retraso, Pavlov optó por huir de los periodistas que le avasallaban con preguntas. Se metió en lo que aparentaba ser un armario pero que, en realidad, era una puerta camuflada.
Los honores del Kremlin
Mientras se iniciaba la cumbre, Raísa Gorbachova, la esposa del presidente soviético, hacía los honores del Kremlin a Carmen Romero, la esposa de Gónzález, que por segunda vez en los tres últimos años se ha decidido a formar parte del séquito presidencial. Ambas visitaron las catedrales de la iglesia ortodoxa rusa de Asunción y San Miguel, y a continuación el Museo de la Armería. Un juego de manicura fue lo que más llamó la atención de la huésped de Raísa.
La esposa de Gorbachov fue muy locuaz a la hora de dar explicaciones a su invitada pero ésta, en cambio, fue parca en comentarios sobre lo que le mostraron.
Al final, Raísa no resistió a la tentación de darse un baño de muchedumbre y comenzó a saludar a los transeúntes y curiosos agolpados a lo largo del recorrido. Puso en jaque así, una vez más a los servicios de seguridad, como ya ocurrió durante su visita a Madrid, en la plaza de España. Raísa se detuvo tres veces ante grupos de turistas, y permitió que la fotografiaran junto a unos niños.
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