María Servini
La juez argentina que investiga la red del narcotráfico
En la vida de María Servini de Cubría cabe perfectamente la historia de todo lo que ha padecido la justicia en la Argentina contemporánea. Su carrera que se inicia con Perón a su regreso del exilio, atraviesa luego el temblor del periodo a cargo de su viuda, Isabel Perón, la dictadura de Videla y la transición que inicia el radical Raúl Alfonsín en 1983 y que continúa todavía a manos del peronista Carlos Menem.Cada día su vida parece complicarse aún más. Ahora es la responsable del proceso que se sigue a los presuntos implicados en una red de narcotráfico y lavado de dinero, expediente que el juez español Baltasar Garzón inició en Madrid con la confesión de un arrepentido. Causa en apariencia común para los tiempos que corren, pero que se vuelve decididamente peligrosa en un país como éste cuando entre los acusados aparece, por ejemplo, Mario Caserta, un ex alto cargo de la Administración y del partido en el Gobierno, ya en prisión. Y todavía más: una de las involucradas como ex esposa de Ibrahim al Ibrahim, el sirio que controlaba la aduana de Buenos Aires, y comp amante de Caserta, es nada menos que Amira Yoma, la secretaria preferida del presidente de la nación , la directora de Audiencias, la "mujer fatal" del poder, la hermana de Zulema, ex esposa de Menem.
María Servini, de 53 años y madre de dos hijos, que se presentó voluntariamente ayer en el Congreso para informar del caso a los diputados, trata de evitar ahora que los representantes de la oposición le inicien un juicio político. Se dice de ella que ha sido parcial en la instrucción del expediente, que se reunió a solas con el presidente y que con sus decisiones encubre a la cuñada. De hecho, la semana pasada, no cumplió con la orden de detención enviada por Garzón a través de Interpol. Ella dice que el telegrama estaba escrito en inglés, que se demoró la traducción, y luego acordó con el abogado defensor y los fiscales la eximición de prisión porque no hay ninguna prueba contra Amira.
Sin embargo, La Chuchi, como la llaman en los tribunales, no pudo evitar que un periódico jugara con el apellido de su esposo, un brigadier retirado de la Fuerza Aérea, para titular en primera plana: "Cubre Cubría".
Así contada, su tarea cotidiana no parece una excepción. Pero hay que verla allí, en su despacho, cuando sube el volumen de la radio si tiene que hablar de temas que considera confidenciales o cuando calla y pide silencio si se perfilan sombras detrás de los vidrios opacos de la puerta. Parece, detrás de su escritorio, una mujer acosada, temerosa de los espías y de las grabaciones clandestinas. Y también de los detenidos a los que toma declaración: ella es la única en el palacio de los tribunales que no pide a la policía que les quiten las esposas. Una vida, en fin, demasiado dura para alguien tan sensible como ella, que vive en el barrio Norte de, la ciudad, a sólo una calle del piso que ocupaba Amira Yoma.
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