Paranoias del histrión
Pequeños equívocos es el prirner largometraje dirigido, hace ahora dos años, por Ricky Tognazzi, hijo del fallecido Ugo, que en el pasado Festival de Berlín obtuvo (ex aequo con Jonathan Demme) un controvertido Oso de Plata a la mejor dirección por su película Ultra.Tognazzi ha elegido para su presentación como realizador una comedia de enredo de Claudio Bigagli, que aborda con un humor ligeramente amargo, los problemas sentimentales y las paranoias cotidianas de seis jóvenes profesionales del teatro, y cuya acción se desarrolla en un único escenario.
La adaptación a la pantalla ha corrido a cargo del propio autor y de un especialista en comedias tan veterano como Ruggero Maccari, antiguo colaborador de Risi, Monicelli y Comencini. Durante buena parte de su metraje, el filme mantiene un tono prometedor: las situaciones tienen gracia y se suceden con buen ritmo, apoyadas en la habilidad de los diálogos y en el excelente trabajo de los actores. Tognazzi consigue trascender los orígenes teatrales de la película y sacar partido del escenario único a través de una planificación ágil y elaborada, que no descarta el gag visual y en ocasiones establece divertidas relaciones entre los primeros y los segundos términos.
Pequeños equívocos (Piccoli equivoci)
Director: Ricky Tognazzi. Guión: Ruggero Maccari, Simon Izzo y Claudio Bigagli, basado en la obra teatral homónima de Claudio Bigagli. Fotografia: Alessio Gelsini. Música: Enzo y Paolo Jannacci. Producción: Mass Film Production. Italia, 1989. Intérpretes. Sergio Castellito, Lina Sastrí, Nancy Brilli, Nicola Pistola.Estreno en Madrid: Renoir (V. O.).
Sin embargo, a partir de la secuencia de la cena, y sobre todo cuando la acción se traslada a los dormitorios de las dos parejas, la película pierde fuelle y las expectativas suscitadas en la primera parte no llegan a concretarse: hay evidentes baches de ritmo, el desarrollo del enredo se vuelve previsible en exceso, los golpes de humor son poco sutiles, las situaciones se alargan innecesariamente, como si los guionistas y el director hubieran perdido de pronto el entusiasmo inicial. A partir de ese momento, la inexperiencia de Tognazzi queda al descubierto, el teatro se impone al cine y el escenario único deja de ser un motivo de inspiración para convertirse en una trampa.
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