_
_
_
_
_
Reportaje:GENTE

Hilarión Capucci

El arzobispo exiliado de Jerusalén

Repite desde hace años los mismos argumentos sin perder en ningún momento el entusiasmo y convencimiento que hacen de Hilarión Capucci, el arzobispo de Jerusalén, uno de los símbolos de la lucha palestina. "La paz sólo es posible si el Consejo de Seguridad de la ONU aplica en los territorios ocupados de Israel las mismas resoluciones que aplicó a Irak por haber ocupado injustamente otro país", aseguró el pasado viernes en Barcelona el obispo melquita. "Estamos cerca de la paz, pero, si el comportamiento de la ONU es diferente, es decir, si la razón de los más fuertes se impone de nuevo, desgraciadamente se desencadenará una nueva guerra surgida de las condiciones de paz impuestas por el anterior enfrentamiento".Para Capucci, la guerra del Golfo no ha acabado, "está empezando ahora", y la actual paz es, en su opinión, "una simple tregua que puede romperse en cualquier momento. "Mientras los problemas palestinos no encuentren una solución justa, Oriente Próximo, y el mundo entero, estará siempre al borde de una guerra", añadió. Para Capucci, los problemas libanés y kurdo o el fanatismo integrista de los países árabes no se solucionarán hasta que no se aplique la resolución 181 de las Naciones Unidas, que prevé la creación de un Estado palestino.

Hilarión Capucci habló ante un auditorio de unas sesenta personas, ya convencidas de antemano, que asistían a las jornadas sobre el Mundo árabe y Occidente, que patrocina la organización cristiana Justicia y Paz. Capucci recordó a los palestinos en el exilio, como él, a los que viven en campos de refugiados y a los que sobreviven en los territorios ocupados.

Defensor de la paz, pero comprensivo con la resistencia, incluso violenta, de su pueblo, Capucci no duda en asegurar que "la paz sin territorios es imposible", y advierte que la resolución del problema palestino es la mejor manera de evitar al mundo una catástrofe.

Cuando habla este hombre de 64 años, de mirada esperanzada y vestido con sotana oriental, sus palabras y gestos adquieren un aire casi tan combativo y exaltado como las piedras que lanzan sus jóvenes compatriotas de, la Intifada. Padeció cuatro años de cárcel en Israel, acusado de colaborar con la OLP, y, tras su liberación, hace ahora poco más de 15 años, vive exiliado en Roma. El Gobierno israelí puso como condición para su excarcelación que nunca pudiera volver a Jerusalén -la ciudad tres veces santa y a la que querría ver bajo jurisdicción internacional-, ni tampoco a ningún otro país árabe. La única excepción fue el viaje humanitario que realizó en noviembre del año pasado a Irak para conseguir la liberación de 86 rehenes italianos.

"Vivo exiliado de Palestina, de mis feligreses, de mi gente", explica Capucci. "Mi sueño es volver un día a mi patria, a Jerusalén; entonces seré el hombre más feliz del mundo". Su cuerpo está en Europa, perosu corazón, dice él, está siempre con los suyos. Los cambios en el Este han dado alas a su esperanza, y cree que, al igual que cayó el muro, también Israel puede cambiar y aceptar una conferencia de paz internacional que asegure su retorno y el de todos sus compatriotas. Por ello, cuando acabó su parlamento, emocionado, dijo: "Hasta lo más pronto posible en Jerusalén, ciudad de la paz".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_