El precio del capitalismo
La Unión Soviética necesita una ayuda occidental de 35.000 millones de dólares al año (más de 3,5 billones de pesetas) durante cinco o seis años, procedente de organismos internacionales (Fondo Monetario, Banco Mundial, etcétera), Estados y bancos privados. Éste es el presupuesto para la transición desde la economía centralizada hasta el libre mercado en la URSS, según el plan confeccionado por el economista soviético Gregori YavIinski en colaboración con un grupo de especialistas de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).El plan, cuyas líneas maestras fueron publicadas el jueves por el diario británico Financial Times, será presentado a los países más industrializados del mundo, miembros del llamado G-7, en su reunión de julio en Londres, por el propio presidente Mijaíl Gorbachov.
El plan está dividido en dos fases. La primera, que incluye las medidas de choque, contempla, además de la mencionada ayuda financiera, los siguientes puntos: integración de la URSS en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; convertibilidad del rublo frente a las principales divisas; liberalización de los precios en el mercado interno; uso de parte de la ayuda externa en importación de productos básicos; privatización de las pequeñas empresas; control del déficit presupuestario; concreción del nuevo Tratado de la Unión, y elecciones democráticas en toda la URSS.
La segunda fase, que comenzaría hacia 1994, incluye: total convertibilidad del rublo; privatización total de la economía y liberalización total de los precios, y utilización de la ayuda financiera exterior para sostener el rublo en una paridad aceptable y no inflacionista.
El plan no es unánimemente aceptado por los países del G-7 (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Reino Unido, Canadá e Italia), y habrá que esperar a julio para saber si es asumido por entero o es recortado. Alemania, Italia y Francia -en nombre de la Comunidad Europea- son sus más firmes valedores. Estados Unidos, Japón y el Reino Unido, por el contrario, se muestran reticentes y opinan que la ayuda a la URSS -un auténtico Plan Marshall de nuevo cuño- saldrá demasiado cara a los países occidentales.
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