El Papa alerta en Polonia contra el antisemitismo
La necesidad de reconciliación entre las comunidades católica polaca y los judíos fue uno de los mensajes que Juan Pablo II lanzó ayer en su último día le estancia en Polonia, en el que concluyó la cuarta visita del Papa a su país natal. Las palabras del Pontífice cobran especial relieve en una nación que cuenta con algunos millares de judíos, de los tres millones existentes antes de la II Guerra Mundial, y que ha recibido acusaciones de antisemitismo por parte de importantes sectores de la comunidad hebraica.
Las preocupaciones de Juan Pablo II tienen raíces en la historia reciente de Polonia, posterior al holocausto perpetrado por los nazis. En 1946, bajo el Gobierno prosoviético, 41 judíos murieron en la ciudad de Kielce, a 200 kilómetros al sur de Varsovia, durante una matanza tolerada por las autoridades. La acusación que pesaba sobre los hebreos era la de haber secuestrado a un niño católico y haberlo sacrificado ritualmente. La animadversión contra los judíos se acrecentó durante la época estalinista, cuancdo se acusó a esa comunidad de dirigir a la policía política. En 1968, unos 15.000 polacos de origen supuestamente hebreo fueron depurados de sus cargos y expulsados del país.Tampoco han faltado ejemplos de antisemitismo en la historia más reciente de Polonia, afectando incluso a la propia Iglesia católica. Un ejemplo de ello fue el polémico convento de carmelitas ubicado en Auschwitz, antiguo campo de extermino nazi, donde murieron seis millones de personas, la mayoría de ellas judíos. Contra el emplazamiento del convento -en cuyo lugar debía instalarse un centro que recordara el holocausto- protestaron las comunidades hebreas, mientras la jerarquía eclesiástica polaca sólo cedió tras la intervención directa del Vaticano.
En el terreno político, durante la campaña para la presidencia del otoño, pasado, ha reaparecido el antisemitismo como arma. El actual jefe del Estado, Lech Walesa, mencionó en algunas ocasiones su pureza de sangre genealógica. Esta postura ha sido luego matizada por el presidente, que en su reciente viaje a Israel pidió perdón por la actitud "de algunos compatriotas" en la ocupación nazi de Polonia.
El Papa abogó precisamente ayer por "buscar la reconciliación y la amistad, pese al mal que también hubo en la historia", y recordó que Polonia fue durante siglos "la patria común de los polacos y hebreos". Juan Pablo II justificó a sus compatriotas: "Yo mismo y la gran mayoría de polacos asistíamos impotentes a ese horrible crimen perpetrado contra toda la nación hebrea", dijo el Papa refiriéndose al holocausto.
Relaciones Vaticano-Israel
El Pontífice se felicitó por la constitución, "por fin", del Estado de Israel, con el que, por otra parte, el Vaticano no mantiene relaciones diplomáticas. Por ello, los representantes de la comunidad judía polaca pidieron ayer "la plena normalización" entre ambos Estados. El encuentro se celebró en una pequeña sala de la nunciatura en Varsovia, de una de cuyas paredes colgaba un crucifijo de algo más de un metro de altura. Ahí el papa Juan Pablo II subrayó: "Las naciones de civilización cristiana han emprendido el penoso trabajo de erradicar de su propia mentalidad cada injusto prejuicio con respecto a los hebreos y a otras manifestaciones de antisemitismo". Las referencias bíblicas al pueblo elegido llevaron a Juan Pablo Il, ante sus hermanos de episcopado, a comparar la lucha de la Iglesia polaca contra el comunismo con el paso del mar Rojo durante la huida de Egipto de los hebreos. En la homilía de la mañana, en la que reiteró su amor a la patria, calificó a Varsovia de "santuario de los mártires de nuestra nación". El orgullo nacional que siente el Pontífice no le impidió criticar ciertos comportamientos que en materia moral practican sus compatriotas. "¿Qué sucede con la maternidad de las mujeres polacas en este siglo?", se preguntó Wojjtyla en referencia al aborto. Y destacó: "Los responsables son muchos: detrás del pecado de una mujer siempre hay un hombre".En el aeropuerto, antes de partir hacia Roma, Juan Pablo II pidió a los polacos "que abran ante Cristo las fronteras del Estado, del sistema económico y político y de la cultura". El presidente Lech Walesa aseguró que sus compatriotas seguirán los consejos del Papa. "Que Dios nos guíe", concluyó Walesa.
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