Sólo una copia
Filofax, título original de Millonario al instante, es el nombre de una de estas superagendas milagreras, hoy tan de moda, utilizadas por yuppies para programar no sólo sus actividades diarias, sino incluso su propia personalidad. La agenditis puede provocar un grado de dependencia rayano en la toxicomanía. Pero, además, la filofax perfecta llega a ser una especie de identidad portátil: el que la pierde deja de ser alguien, y el que la encuentra puede suplantar fácilmente al otro, sólo tiene que seguir las instrucciones.A partir de esta idea, la película del veterano y mediocre Arthur Hiller (Love story, El hombre de La Mancha, En íntima colaboración) se convierte en una comedia de enredo basada en el intercambio involuntario de papeles entre dos personajes de características opuestas: En este caso, el príncipe y el mendigo son un alto ejecutivo de una empresa de publicidad y un presidiario experto en el robo de coches. La sensación de déjà vu se impone a los pocos minutos de proyección: Millonario al instante no es más que una copia, levemente camuflada, de Entre pillos anda el juego; el resultado, por desgracia, está a años luz de su modelo.
'Millonario al instante (Filófax)'
Director: Arthur Hiller. Guión: Jill Mazursky y Jeffrey Abrahams. Fotografía: David M. Walsh. Música: Stewart Copeland. Productor ejecutivo: Paul Mazursky. Productor: Geoffrey Taylor. EE UU, 1990. Intérpretes: James Belushi, Charles Grodin, Anne de Salvo. Estreno en Madrid: Palacio de la Música, Novedades, Juan de Austria, Aluche, Minicines Majadahonda, Florida.
Mientras que la película de John Landis es una comedia ingeniosa y bien construida que consigue dotar de cierta originalidad a un esquema clásico, la de Hiller carece de gracia, de una estructura sólida y de toda capacidad de sorpresa. El guión, escrito por Jill Mazursky (hija del director Paul Mazursky, que aquí interviene como productor ejecutivo) yJeffrey Abrahains no pasa de ser una colección de chistes elementales sobre el modus vivendi de los yuppies adinerados, cuyo objetivo primordial es el lucimiento de James Belushi. Las peripecias vividas por los protagonistas son del todo previsibles y, por tanto, aburridas. El humor tiende más al chascarrillo de cuartel que a la sutileza. Hiller, como de costumbre, se limita a cumplir con su oficio de un modo rutinario, frío, impersonal.
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