Talento para Mozart
Uno de los capítulos fuertes del festival mozartiano de Madrid ha sido sin duda la serie de actuaciones del cuarteto Melos, de Stuttgart con la intervención, en algunos casos, del viola español Enrique de Santiago (Madrid, 1939) y del clarinetista alemán Ulf Rodenhauser.El corpus principal de la serie lo han constituido, por una parte, los Cuartetos dedicados a Haydn y cuatro quintetos, tres con viola y uno, el más célebre de todos, con clarinete, a los que se añadieron las Cinco fugas de el clave bien temperado, en la versión cuartetística de Mozart, y el Cuarteto número 21 en re mayor.
Integran la agrupación, los violinistas Wilhelm Melcher y Gerhard Woss, el viola Hermann Woss y el violonchelista Peter Buck. Los Melos, a partir de una calidad individual fuera de lo común, presentan un importante mérito: su talante cuartetístico, la integración de los cuatro profesores en una entidad superior, en un instrumento homogéneo y coherente. Su estilo, renuente al menor exceso, resulta quizá excesivamente severo y más pendiente, pese al título del conjunto, de las forma general y la articulación de la trama interior, que de cantar con cierta libertad o de crear climas de expectativa como requiere la introducción en adaggio del primer movimiento en el cuarteto de "las disonancias".
Festival Mozart de 'Scherzo'
Cuarteto Melos de Stuttgart. E. de Santiago (viola) y U. Rodenhauser (clarinete). Cuartetos y quintetos de Mozart. Auditorio Nacional, Madrid, 4, 5, 7 y 8 de junio.
Bien es verdad que en esta serie Mozart se haydiniza movido por su admiración al dedicatario y, también por su creciente interés hacia las soluciones contrapuntísticas. Mundo bien distinto es el de los quintetos, en los que destacó la personalidad de nuestro compatriota Enrique de Santiago.
En este Madrid, de escasas actividades cuartetísticas, gracias a la preciosa tarea de la Sociedad de Cuartetos, la asistencia a los programas de música de cámara no parece tener relación proporcional con el número de habitantes. Cuantos asistieron al Auditorio Nacional (se utilizó la sala grande de aforo nada conveniente para el género) demostraron su entusiasmo, pero quedaron no pocas localidades sin vender. Si una llamada de la importancia de la que comentamos, por el repertorio y por la categoría de sus intérpretes, no movilizó las casi 2.000 personas que acoge el auditorio, cabe dudar de la autenticidad o la profundidad de nuestra melomanía. La oferta merecía una más amplia movilización. Quizá todo se reduzca a una falta de hábito. Seamos optimistas y esperemos que el buen hábito retorne.
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