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Dios sí torea, seguramente

Sepúlveda / Manzanares, Oliva, Litri

Toros de Sepúlveda (uno devuelto al corral por falta de trapío), discretos de presencia, flojos y mansos en general; 4º, bravo, y también noble, como 2º, 5º y 6º. 3º, sobrero de El Sierro, sin trapío, feo e inválido.

José Mari Manzanares: estocada corta descaradamente baja (palmas y algunos pitos); pinchazo a toro arrancado , estocada corta escandalosamente baja y descabello (silencio). Emilio Oliva: pinchazo, estocada trasera caída -aviso - y dobla el toro (algunas palmas); pinchazo y estocada descaradamente trasera baja (silencio). Litri: pinchazo y estocada tirando la muleta (silencio); pinchazo y estocada tirando la muleta (división).

Plaza de Las Ventas, 28 de mayo. 19ª corrida de feria.

Más información
Oliva no entiende que las figuras elijan los toros de Sepúlveda

Lleno de "no hay billetes".

"Aquí no torea ni Dios", comentaban los aficionados, cuando veían trapacear Sepúlvedas a José Mari Manzanares, a Emilio Oliva y a Litri. Los aficionados, tan exagerados como siempre, se estaban pasando un pelín: Dios sí torea, seguramente. Que Manzanares, Oliva y Litri en lugar de torear trapaceen, no es motivo para pensar que todo el mundo, Dios incluido, desconoce el arte de Cúchares.Tampoco se trata de que Manzanares, Oliva y Litri, sean las únicas figuras del toreo. Bueno, de ellos, el llamado Manzanares (en el DNI, señor Dols) y el llamado Litri (en el DNI, señor Báez), efectivamente lo son, por que les contratan para las ferias, y les apoyan seguidores, y firman autógrafos. Luego, viéndoles trapacear Sepúlvedas, no se acaba de entender muy bien a qué viene tanto contrato, tanto seguidor y tanto autógrafo. Uno mira a cuando la fiesta iba tirando dentro de unos márgenes mínimos de congruencia, y recuerda que toreros trapaceadores al estilo del señor Dols y el señor Báez, estaban en aquellos escalafones de coletudos a la altura de donde se encuentra ahora mismo Oliva, el otro trapaceador.

La razón por la cual Oliva, un poco más trapaceador que Manzanares y bastante menos que Litri está en las zonas frías del actual escalafón, hay que buscarla en él mismo, en su concreta capacidad trapaceadora. Una muestra, ayer, con el segundo Sepúlveda. Emilio Oliva se llevó el toro encastado y noble al centro del redondel, y desde el primer momento se dispuso a ligar pases. ¡Como debe ser! Toda la vida del Dios que torea, si salía un toro encastado y noble, los buenos toreros no se lo pensaban dos veces y desde la primera embestida ya estaban dándole fiesta. Y así sucedia que, si sabían dársela, en la tanda inicial ya tenían ganada una oreja, a la siguiente dos, y cuando el toro les pedía la muerte, le metían el acero por el hoyo de las agujas. Y aquello acababa en triunfo, la afición entusiasmada, el torero transfigurado, los contratos lloviéndole como maná, los bancos abriéndole créditos para que se comprara un cortijo en Linares.

Emilio Oliva pudo tener todo eso a la vista por su propósito de ligar los pases mejor antes que después, pero el propósito no basta. Hay que ligarlos, efectivamente. Y se ligan no perdiendo terreno, según hacía Emilio Oliva con crispado perneo, sino ganándolo no citando fuera-cacho sino bien cruzado; no descargando descaradamente la suerte, sino cargándola a conciencia. Una faena ligada somete al toro, mientras las faenas desligadas lo dejan a su aire y hasta puede acabar desentendiéndose del torero perdedor de terrenos y descargador de suertes.

Si acaece esto -que el toro se desentienda de la faena y se marche al bingo- muchos toreros lo justifican comentando que ese toro se rajó. Generalmente no es cierto. Los toros son como las personas (no hay más que verlos). He aquí un ejemplo: alguien le dice a una persona: "Tome esta cigala". Y al ir a cogerla, el otro retira la cigala y se va a distinto lado del bar. Desde allí le vuelve a decir: "Tome esta cigala" y, al alargar la mano, de nuevo la quita de su alcance, para ofrecérsela desde la máquina de tabaco, luego desde el servicio de caballeros, y así. Cuando esto sucede 10 o 12 veces (porque una cigala es una cigala; con un boquerón, no pasarían de dos o tres), lo normal es que la persona cigaleada le espete al cigalero esquivo: "Se va usted a meter la cigala por el forro de donde yo le diga", y se marche refunfuñando. Pues eso pasa con los toros.

En el quinto, no tan noble, a Oliva le ocurrió parecido suceso. Y a Manzanares, en el cuarto. Toro bravo el cuarto, se puso gazapón en banderillas, nadie le quitó el gazapeo, Manzanares tampoco, y lo cigaleó por el tercio. En cambio, con el primero, manso querencioso a tablas, estuvo porfión. A Litri le sacaron un sobrero feísimo e inválido que parecía de La Camarga y le trapaceó desordenadamente. La noble embestida del sexto le sirvió casi para lo mismo y pues dejaba indiferente al cotarro, pretendió encandilarlo dando pases mirando al tendido y tirándose de rodillas, pero no lo encandiló. Y entonces fue cuando los aficionados, a la voz de "Aquí no torea ni Dios", se marcharon como un solo hombre al bar de la esquina, donde bebieron vino, comieron boquerones y a uno que quiso invitar a cigalas, de poco le dan una paliza.

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