La maestra Lucía Popp
Un gran intérprete acusa esta condición a la hora misma de confeccionar sus programas. Así, Lucía Popp, la soprano bohemia que un día de 1963 sorprendiera a los vieneses con una Reina de la Noche absolutamente sensacional, en su actuación madrileña para el Festival Mozart. Vivimos demasiado inmersos en recitales de signo populista, carentes de sentido y orden, auténticas mesas revueltas en las que todo se admite, como para no recibir como agua de mayo un concierto como el de la Popp, excelentemente asistida por el pianista Irving Gage: en cada parte dos grupos de lieder de Mozart y Schumann. En la primera parte, el Mozart íntimo y sencillo que representa con perfección La violeta y el Schumann de las canciones sobre Mignon del Wilhelm Meister; en la segunda, tres grandes lieder mozartianos y el ciclo Amor y vida de una mujer, sobre poemas de Chamisso.El Festival Mozart se apuntó con este recital un tanto de alto valor musical, pues Lucía Popp, sobre la belleza de su voz que a los 50 años añade al atractivo de la región aguda una más densa coloración lírica, es una maestra del estilo.
Festival Mozart
Recital de 'lieder'. Lucía Popp (soprano) e Irving Gage (pianista). Obras de Mozart y Schumann. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de mayo.
Su Mozart, su Schumann, sus Strauss, dados como propina, sientan cátedra pues nos llegaron desde ese punto medio y difícil, verdadero "filo de la navaja" en el que sentimiento y lenguaje dramático se tornan música de cámara. Empequeñecida en los pequeños lieder mozartianos y ampliada en los grandes que obedecen al espíritu de las arias de concierto. Amor y vida de una mujer, el ciclo más cerrado y unitario de Schumann, trae a la memoria el comentario de Birion: "Cuando Schumann escribe lieder continúa pensando desde el piano". Pero la poética implícita en sus series pianísticas toma en las liederísticas el cuerpo y la significación de la palabra hecha melodía. Y tanto en Chamisso como en Goethe se advierte el combate entre Eusebius, el soñador y poeta, y Florestán, el exaltado combativo, tal como estudia Federico Sopeña en el para mí su mejor libro: El lied romántico.
No escuchamos palabra sin su matiz adecuado, sin su propia significación y sin su secreto hecho luz. Y todas ellas quedaron articuladas en la gramática de unas formas cuya brevedad se deriva de la intensidad y en cuyo discurso la voz y el plano son partes indispensables de un todo, con lo que desaparece la menor idea de piano acompañante. Por eso necesita el lied de un verdadero pianista de cámara, lo que se da en el caso de Irving Gage con precisión y sabia identificación.
El arte grande de Lucía Popp es inspirado, desentrañador, intelectual y sensitivo.
Babelia
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