A la altura de las circunstancias
Estar a la altura de las circunstancias -de las expectativas- cuando éstas están muy altas no es fácil. Cuando se es un número uno, debutar en un teatro viejo, muy curtido y curado de espantos y de divos, tiene su miga; por muy número uno que se sea, el que tiene que demostrar lo que se sabe es el que está en el escenario, los de la sala ya saben lo que saben -y algunos saben mucho- y se ponen a verlas venir.Kiri Te Kanawa, una de las primeras sopranos mundiales de la última década, debutaba en el Liceo -y en España- con un recital, un plato no muy del agrado del liceísta "de toda la vida". Además el programa, Mozart, Ravel, Liszt, Strauss, Massenet y Charpentier, iba más por las sendas de la erudición y del refinamiento espiritual que por las de los de bravoure y las concesiones a la galería.
Kiri Te Kanawa
Roger Vignoles, plano. Obras de Mozart, Ravel, Liszt, R. Strauss, Massenet y G. Charpentier. Gran Teatro del Liceo. Barcelona, 21 de mayo,
En esta situación, con una expectación enorme, todas las entradas vendidas, el aplauso en situación cautelar y un programa difícil, podía pasar de todo, desde el triunfo apoteósico hasta el pequeño aplauso cortés e indiferente, es decir, un medio fracaso que en este caso se debería leer como un fracaso entero.
Y lo que ocurrió finalmente fue que Kiri Te Kanawa consiguió levantar al público de sus asientos.
Kiri Te Kanawa no vino a hacer exhibición de unas condiciones naturales para el canto soberbias, que las tiene, vino a mostrar los años de trabajo que ha empleado en pulir el diamante.
Hizo que lo difícil pareciera fácil y natural, meta última del canto. Con un control y una seguridad vocal ejemplar, cambiaba los colores donde ella quería, no donde podía, apianaba a placer y sin sustos y, por encima de todo, con una elegancia y una distinción que le iban desde el vestido hasta el porte y la pose pasando por la música, estaba casi siempre perfectamente en el estilo. En este sentido, sus Ravel y sus Strauss fueron modélicos y en este punto se debe hacer especial mención de Roger Vignoles, el excelente pianista que la acompañó, pues aquellas partituras se las traían y el hombre las sacó muy bien.
Laguna
La única laguna estilística del recital se produjo en la primera pieza del programa, la Cantata Masónica 'Die Ihr des unermesslichen Waltalls' K. 618 de Mozart que Kiri Te Kanawa cantó con la dulzura de Pamina cuando se tenía que haber cantado con la autoridad de Sarastro.Al final Kiri Te Kanawa brindó cuatro bises, dos Puccini depuradísimos, un Gershwin con gancho y, como colofón, una bellísima canción a cappella que, por su lenguaje incomprensible, supusimos original de su patria -Nueva Zelanda-. En este preciso momento la platea se puso en pie. En los pisos altos del Liceo hacía ya un buen rato que estaban de pie.
Después de este recital ya sólo suspiramos para poder verla en una ópera.
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