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La ignorancia de Dios

Antonio Elorza

El cineasta católico Ermanno Olmi llamó a su filme sobre Juan XXIII Y llegó un hombre. Fue un título acertado, ya que reflejaba bien el cambio de perspectiva protagonizado por ese hoy lejano Papa. De] predomino de las funciones de control social y guía para la salvación, desde in rígido sistema de poder, la Iglesia pasó a buscar la sintonía con los problemas reales de un ser "dotado de pensamiento y libertad". Las encíclicas Mater et magistra y Pacem in terris fueron los signos de ese acercamiento, cuyos costes para la propia institución llevaron al repliegue que encarna el presente ponti5cado. En este marco de regreso al pasado nos alcanza la conmemoración de] centenario de la Rerum novarum. Con unas fechas de adelanto, el papa Juan Pablo II publicó la encíclica Centesimus annus, un cálido elogio del texto pontificio que iniciara la toma de contacto con los problemas sociales.Es un entusiasmo explicable por los numerosos puntos de enlace entre el texto actual y su predecesor. Aunque la encíclica social de León XIII hiciese rechinar los dientes de algunos integristas, no puede olvidarse que la visión del mundo de aquel Papa fue tan poco receptiva de la modernidad como la de Wojtila. En ambos predomina una concepción pesimista del hombre y la sociedad, enfoque que desarrollara cumplidamente León XIII en su encíclica Inscrutabili Dei consilio (traducida, afortunadamente, como Sobre los males de la sociedad). Y en ambos está presente también la nostalgia por un orden social tradicional, donde reinara la palabra de Cristo y los pueblos fuesen fieles a la Iglesia, en contraste con el mundo moderno. dominado por el materialismo y por la pretensión del hombre a obrar autónomamente, desconociendo la autoridad de la religión.

Desde esta perspectiva, no debe extrañar la sensibilidad más o menos acusada hacia la otra cara del capitalismo. También aquí Juan Pablo 11 sigue la estela de quienes reseñaron hace un siglo los costes de la sociedad liberal, al propio tiempo que denunciaban la alternativa revolucionaria. En cierto modo, se trata de aplicar la recomendación evangélica sobre arrojar la red y separar unos peces de otros, sólo que en este caso no los buenos de los malos, sino aquellos que pueden recibir el mensaje de los refractarios a esa recepción. Tanto como los aspectos destructores, del capitalismo, a Juan Pablo II le preocupa una sociedad de consumo donde el hombre se proponga instalar la felicidad sobre la Tierra. No admite la idea de un paraíso en el mundo, y desde ese ángulo condena, a título póstumo, la experiencia del socialismo real. En los momentos centrales de su análisis, el pontífice transfiere siempre las categorías económicas o sociológicas al plano religioso. Es el ateísmo el que pone en marcha los mecanismos a través de los cuales se construyen el socialismo y la lucha de clases. Y, cómo no, tras eI ateísmo se esconde el viejo enemigo, el racionalismo iluminisia, el espínitu del siglo XVIII. Una vez definido este marco de sacralización, resulta posible iniciar el discurso de captación, asumiendo las descripciones críticas de la explotación del trabajador, de la situación del Tercer Mundo o de la carrera de armamentos. Pero siempre las causas trascienden a la realidad y lo hacen también las soluciones. Los puntazos contra la sociedad del bienestar son muy significativos: nada menos que coincide ésta con el marxismo en reducir al hombre a lo económico, en negar la moral, el derecho, la cultura y la religión. Aunque no lo notemos, debe ser algo así como una antesala del Infierno. Y es que la raíz de tanto fracaso es única: "Pretendiendo anticipar el juicio (Final, se entiende), el hombre trata de suplantar a Dios y se opone a su paciencia".

Es claro, pues, que en la selección de peces, Juan Pablo II renuncia a aquellos ganados ya por los valores de una sociedad laica y mundanizada. Pero es consciente de que esa misma sociedad deja fuera, en su interior y en su periferia, a muchos hombres y mujeres que ven llegado ese objetivo de una vida en que sean satisfechas las necesidades básicas. Obviamente, Juan Pablo 11 no les ofrece solución alguna. En realidad, lograr soluciones iría en contra de su vísión pesimista del hombre y de la historia del pecado y del sufrimiento").

No por eso deja de resultar estimable su llamamiento a la solidanidad con los países del Este y con el Tercer Mundo, pero la argumentación pronto se desvía hacia el objetivo fundamental: la búsqueda de Dios. Del mismo modo que la crítica de la sociedad de consumo desemboca en las condenas de la droga y la pornografia, parientes próximos, a su entender, y que serían inherentes al consumismo. Claramente, Juan Pablo II echa su red en las zonas de malestar social, marginadas por la sociedad capitalista, y su propuesta consiste en una doctrina de consolación. Es el mismo procedimiento usado hace tres siglos por Valdés Leal en los cuadros del hospital de la Caridad. En apariencia , se da una aproximación naturalista a la muerte en las figuras del obispo y del caballero devorados por los gusanos; incluso aparece el espejismo de una denuncia de las jerarquías en el Finis gloriae mundi. En el fondo, se trata únicamente de consolar a los enfermos con el espejo de la muerte de los pnivilegiados, mostrando que la Iglesia ofrece la verdadera igualdad, la igualdad ante la muerte.

Ocurre, sin embargo, que el precio pagado por ese servicio es a todas luces excesivo. Hay el riesgo de creer que ese repliegue de la Iglesia hacia enfoques tradicionales debe dejarla al margen de nuestras preocupaciones, así como éstas quedan fuera de su consideración. Esta imagen es falsa: pensemos en los efectos de la presión eclesiástica, directa e indirectamente, sobre la legislación que concierne a la libertad y a la moral del individuo, con el escandaloso aborto por emblema. Una vez más, siquiera como freno, la Iglesia va recuperando el papel de agente de cohesión y legitimación de posiciones reaccionarias que tuviera hasta Pío XII. Con efectos menores en las sociedades occidentales, si bien no cabe olvidar lo que representa la cruzada papal por el "Creced y multiplicaos" y contra el aborto, de cara a los países católicos del Tercer Mundo (sin olvidar a Polonia). En la encíclica, el Papa se presenta como ecologista por lo que toca a la naturaleza, pero de inmediato carga contra lo que considera "una concepción deformada del problema dernográfico". Por lo menos, en tiempos de Juan XXIII el poblacionismo católico se apoyaba en la ingenua creencia de que los recursos terrestres eran inagotables. Ahora, según esta concepción de la vida como regida por la providencia, la más dramática realidad puede ser pasada por alto. De nada sirve que la ONU hable de 5.400 millones de seres humanos y de unas previsiones desbordantes para el próximo cuarto de siglo, especialmente en las áreas más pobres del planeta. De acuerdo con el mensaje papa], Dios puede ignorar estos tremendos datos, pues lo que cuenta es ver respetado el camino de salvación a partir de unos santuarios familiares altamente reproductivos. Incluso se permite Juan Pablo II una censura de la restricción demográfica etiquetándola de "cultura de la muerte", cuando lo que él ofrece en esa parte central de su mensaje es esa misma muerte, y además envuelta en una miseria generalizada.

En definitiva, no cabía esperar resultados mejores de una concepción agustiniana proyectada sobre el mundo de Fines del siglo XX. "El hombre, creado para la libertad", explica Juan Pablo II, fijando el nueleo de su doctrina, "lleva dentro de sí la herida del pecado original, que lo empuja continuarnente hacia el mal y hace que necesite la redención". Si tenemos en cuenta que para él "lilbertad" consiste en la aceptación de la verdad", esto es, de la fe, queda perfilado el esquema de las dos ciudades, donde la ciudad terrena en su autonomía deviene inexorablemente la ciudad del diablo. Construir un mundo exclusivamente humano, ha insistido en Fátima, es "una loca aspiración". Así como "una democracia sin valores", es decir, que rechace la sacralización propuesta, es totalitarismo. El compromiso que esbozara la Iglesia hace 30 años con la razón y la libertad queda por el momento cancelado.

es catedrático de Pensamiento Político de la Universidad Complutense.

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