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De Benedetti, en el banquillo

El empresario italiano admite en el juicio por el escándalo del Banco Ambrosiano que llamó "ladrón" a Marcinkus

Juan Arias

, Carlo de Benedetti, el hombre de Olivetti, apodado L'lngeniere, propietario de uno de los mayores imperios industriales de Italia, prestó declaración el lunes y ayer en la Tercera Sección del Tribunal Penal de Milán, acusado de bancarrota fraudulenta por el escándalo del Banco Ambrosiano. En una sala casi vacía y sin fotógrafos, pero abarrotada de abogados, De Benedetti ha defendido con fuerza su inocencia, haciendo repetido uso de palabrotas, cosa de la que pidió más tarde perdón al tribunal. El interrogatorio duró seis horas.

Según la acusación, De Benedetti entró el 18 de noviembre de 1981 como accionista y vicepresidente en el Banco Ambrosiano de Roberto Calvi -en el que permaneció sólo 65 días-, y comprado un millón de acciones por la suma de 52.000 millones de liras. Salió del Ambrosiano con 81.000 millones. Los jueces le acusan de haber conocido anticipadamente la situación desastrosa del citado banco, y de haberse aprovechado de ello, amenazando con revelar lo que allí estaba pasando, para recuperar su cuota pero aumentada.De Benedetti se ha defendido afirmando que, por el contrario, Calvi le había confiado que se hallaba en dificultades por un problema de divisas, que estaba cansado de su puesto y que quería pasarle a él la presidencia del Ambrosiano -cuyo mayor accionista era el Vaticano- para que estuviese en buenas manos.

Calvi agregó que tras haber informado a sus amigos de la logia secreta Propaganda 2 (P-2), de Licio Gelli, de su decisión de poner el banco en manos del hombre de Olivetti "volvió aterrorizado y arrepentido de lo que me había prometido". Según De Benedetti, el miembro de la P-2 Umberto Ortolani telefoneó a su hijo a Ginebra y le preguntó por su padre. El acusado ha subrayado que aquel teléfono era secretísimo y que su hijo se había refugiado en Suiza después de haber sido amenazado de secuestro.

De Benedetti añadió que más tarde empezó a recibir él mismo cartas anónimas amenazadoras. "Te tienes que ir", le decía lleno de miedo Calvi, que más tarde fue hallado muerto, colgado de un puente de Londres. De hecho, según De Benedetti, a partir de aquella conversación todos lo boicoteaban en el banco. "No me dieron ni una mesa ni un despacho", ha contado a los jueces.

Viéndose perdido, De Benedetti acudió al Vaticano. Se encontró, como ha contado a los jueces, con el actual cardenal Silvestrini, responsable entonces de los contactos con los países del Este, quien le dijo: "Ésta es una parroquia reservada a monseñor Marcinkus, que es una oveja descarriada. Y ni yo ni el secretario de Estado, el cardenal Agostino Casaroli, podemos hacer nada".

Los jueces le preguntaron a De Benedetti si era cierto que había llamado "ladrón" a Paul Marcinkus, y él lo confirmó: "Sí, es cierto, señores jueces, pero ustedes saben que yo a veces soy un poco extremista en las palabras y me arrepiento de ello; pero aquel señor, por otra parte, gozaba de pésima fama".

"Cornudo y apaleado"

El dueño de Olivetti, que hoy es también propietario de las dos publicaciones de mayor prestigio informativo de Italia -el diario La Repubblica y el semanario L'Espresso-, empezó confesando que no le hacía ninguna gracia tener que presentarse ante un tribunal. Pero una vez allí, ante los jueces que en vano habían intentado en años anteriores procesar también a Marcinkus, el banquero de Dios, protegido por el concordato entre Italia y la Santa Sede, empezó diciendo: "Señor presidente, perdóneme, pero en esta historia del Ambrosiano yo soy cornudo y apaleado". Y añadió: "Yo entré en el Ambrosiano convencido de poder hacer una buena inversión y de suceder a Calvi en la presidencia. Pero me amenazaron y me echaron. No gané ni una lira con el banco. Más aún, es el banco quien ganó conmigo 6.000 millones y pico de liras, vendiéndome las acciones cuando entré en él"."Calvi", declaró De Benedetti, "me dijo, amenazándome, que estaban preparando un informe sobre mí y la P-2, pero yo, señor presidente, a la P-2 la he odiado siempre y, si me permite la expresión, me puse cabreadísimo".

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