"¡Gol del Barcelona!"
".JOAQUíN VIDAL La corrida empezó a las siete, eran las nueve menos cuarto, y allí no había sucedido nada digno de mención. Bueno, quizá un par de doblones que dio Frascuelo, las pundonorosas porflias de Espartaco con el segundo toro dos pares de banderillas de, Lorenzo del Olmo, varios derechazos de Juan Cuéllar, que lleva camino de convertirse en el rey del derechazo, no por la calidad de los derechazos sino por la cantidad, igual que le ocurre al rey del pollo firito. Poca cosa, en realidad, y la corrida transcurría soporífera. Pero a las nueve menos cuarto en punto salió de la andanada una gran voz, que anunciaba: "¡Gol del Barcelonaaa!". Y se despertó la afición.
Hombre, gol del Barcelona; esa es buena, comentaban por el tendido, y la gente lo celebraba. No tanto como lo podrían celebrar en países catalanes, desde luego, mas sí lo suficiente, porque el fútbol, cuando es un equipo de acá contra otro de allá, a la gente le toca la vena patriótica. O sea, que la afición se sintió un poco reconfortada.
Puerto / Frascuelo, Espartaco, Cuéllar
Cuatro toros de Puerto de SanLorenzo, bien presentados, 1º inválido, 2º y 3º mansos, 4º bravo, todos con genio. 5º y 6º de Los Bayones, mansos y aborregados. Frascuelo: pinchazo, estocada perdiendo la muleta y descabello (silencio); media y dos descabellos (pitos). Espartaco: pinchazo y estocada caída (división); pinchazo y estocada (división). Juan Cuéllar: pinchazo hondo trasero perdiendo la muleta, otro igual sin perderla -aviso-,pinchazo y tres descabellos (palmas); estocada corta trasera y descabello (aplausos y también protestas cuando sale a saludar). Presenció la corrida desde una barrera el Rey, a quien los diestros brindaron sus primeros toros, y desde el palco de honor, su madre, la condesa de Barcelona.. Plaza de Las Ventas, 15 de mayo. Sexta corrida de feria. Lleno de "no hay billetes
Toreaba Espartaco a esas horas. Toreaba un borrego y no lo toreaba bien. Se entiende que no lo toreara bien. A un borrego no se le torea; si acaso, se le borreguea. Y aunque Espartaco posee amplia experiencia borreguera, un elemental sentido del decoro le impedía borreguear en Madrid. Si aquello del pico -que metía descaradamente- la afición se lo reprochaba a gritos, no iba, encima, a emprenderla a borregazos, para que le pusieran de vuelta y media. De manera que estiró la figura a pasa-torito aprovechando que el torito pasaba ligero buscando más la huída que la muleta, dio unos pases fuera cacho, entró a matar.
En el segundo toro, un galán de mucho trapío, bastantes complicaciones y cierto peligro si uno se descuidaba, Espartaco intentó faena con pundonoroso afán. Su cuadrilla, tan habituada a escuchar ovaciones cuando banderillea borregos, a ese toro le puso los palos en plan desbandada. Los aficionados suelen decir que el toro verdadero, si saliera cada tarde, revolucionaría el escalafón de matadores poniendo a cada cual en su sitio; pero el de banderilleros también.
Su jefe, Espartaco, les dio una lección de pundonor -por algo es el jefe- demostrando que un toro no le amilana, por complicado que sea. Distinta cuestión es que hiciera el toreo debido, porque intentar derechazos no siempre es el toreo debido. El derechacismo hace estragos. Una de sus víctimas es Juan Cuéllar, que se pone a pegar derechazos y no hay quien lo pare. Su faena al tercer toro tenía mérito porque estaba reservón, no tuvo tanto mérito su faena al sexto porque era un borrego, y seguramente le dió igual pues su empeño era pegarles derechazos a despecho de borregueces y reservonerías. Ambos toros le pidieron la muerte entre el derechazo 141 y el derechazo 142, y como si le hubieran pedido un crédito hicipotecarío: ni caso les hizo. Y siguió con el derechazo 1,43, el derechazo 144, el derechazo 145...
Frascuelo puso torería en sus dobladas y luego le faltó decisión para ligar IOS Pases. Con el cuarto recorrió todo el redondel, sin encontrar acornodo en parte alguna, y el toro se le fue sin torear. En fin, muy aburrido todo, hasta que se olió lo del gol del Barcelona, y J concluir la función la gente corrió a los bares para ver lo quequedara de partido. Supo allí, sin embargo, que sucedía exactamente lo contrarío, que el gol le, había marcando el inglés. Se formaron comandos para buscar al que había dado la falsa alarma para exigirle responsabilidades, pero nadie lo encontró. El del "¡Gol del Barcelona!", ya estaba en casita, ceriando tan a gusto y muerto de risa.,
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.