El té de las cinco

A finales de enero, el saxofonista Peter King vino a Madrid, invitado por el programa de televisión Jazz entre amigos, para ilustrar musicalmente la vida de un genio que conoce: Charlie Parker. Ahora vuelve con un flamante producto bajo el brazo ideado por Charlie Watts, el veterano batería de los Rolling Stones, que refleja desde otro prisma la figura del saxofonista norteamericano inventor del bebop.El producto es un libro con dibujos, que se complementa con un disco al que Peter King ha contribuido decisivamente ocupándose de seleccionar piezas del repertorio parkeriano, escribir los arreglos y componer música adicional. Nadie mejor que él para hacerlo, porque éste es justo el tipo de proyecto al que se entrega sin reservas.

Hace más de 20 años que King es referencia obligada en las islas británicas y hoy es un rito arraigado. Más interesado en divertirse que en hacer fortu:na, ha renunciado voluntariamente a ponerse bajo las órdenes de jefes famosos, y ha preferido la conversación con amigos de toda la vida. Algo de ceremonia Íntima y gentil tiene el sonido depuradísimo, intenso y alérgico a estridencias de su saxo alto.

El buen gusto que destila Peter King en la interpretación de temas clásicos es de alabar. Siempre lejos de la rutina, barre hasta el último rincón expresivo cuando la libertad armónica de piezas como Yes and no se lo permiten y, cuando no, ornamenta y varía sutilmente las melodías de Old folks o Speak low hasta dejarlas remozadas.

Bien acompañado

También ahora está magníficamente secundado. Bernardo Sassetti, pianista con verdadero sentido para el blues, comparte con los antiguos componentes de los jazz messengers del batería Art Blakey, Benny Green y Geoff Keezer, cierto parecido físico y la voluntad de reintegrar el carácter auténticamente negro al piano en el jazz. En el estilo pianístico de Bernardo Sassetti, no hay rastro de las agoblantes influencias de Bill Evans y Keith Jarrett.

Otro portugués, Zé Eduardo, monta su guión desde el contrabajo, siempre con las notas del acorde a la vista, sin olvidar qué canción está tocando, y se prodiga en el arriesgado ejercicio del arco para dar color a sus solos. El batería irlandés Stephen Keogh elude la faceta circense de su instrumento y acompaña con parquedad.