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44º FESTIVAL DE CANNES

El cine soviético rompe el tabú del asesinato del zar por los bolcheviques

Un deleznable y oscuro episodio de la revolución rusa, la matanza del zar Nicolás II y su familia en la ciudad de Yekaterinburgo, ocurrida el 17 de julio de 1918 y hasta ahora innombrable en la URSS, salió ayer por fin del tabú gracias al cine. El asesino del zar es un filme no enteramente logrado, pero interesante. Está dirigido con eficacia y sobriedad por Karen Sajanazarov e interpretado con maestría por el británico Malcolm McDoweIl y sobre todo por el ruso Oleg Yankovski, que construye una emocionante e intensa creación.

ENVIADO ESPECIALAl interés de la película hay que añadir su valor como psicodrama colectivo, como comienzo de la liberación de un sentimiento de culpa que desde hace casi 63 años anida en los subterráneos de la sociedad soviética.Y una vez más desde los memorables estrenos de Stalker tema y La comisaría, el cine ruso sigue abriendo caminos en la busca de la verdad y la libertad iniciada en la URSS tras la muerte de Breznev y acelerada por la perestroika de Gorbachov.La muerte de la familia Romanov fue más que un regicidio, o que una de esas barbaridades que se visten de razón de Estado.

La lógica del terror revolucionario alcanzó su máxima explicitud a finales del siglo XVIII, en el célebre alegato de Saint-Just durante el proceso contra Luis XVI: "Un rey nunca es inocente, porque es imposible reinar inocentemente".

Matanza

La brutalidad de esta tautología se multiplica en la matanza de Yekaterinburgo, en la que perecieron junto al zar y la zarina sus cuatro hijas, adolescentes -Olga, María, Tatiana y Anastasia- y el zarevich Alexei, un niño. Y la citada lógica, ya sea jacobina o ya bolchevique, se desmorona y queda convertida en la bestial coartada de un bestial asesinato.

De ahí procede aquel oscuro sentimiento de culpa colectiva; de ahí también el hermetismo de Lenin sobre el asunto; y de ahí la torpeza con que el siempre salvo esta vez- elocuente Trotski intentó -sin conseguirlo, justificar la matanza arguyendo que ésta fue decidida personalmente por el comisario de un destacamento incontrolado del Ejército Rojo llamado Timofeiev, personaje que encarna Malcolm MeDowell.

El Filme pone de manifiesto que el guardián de los Romanov estaba autorizado por SverdIov -un organizador obediente que nada decidía políticamente sin consultar con Lenin- para tomar las decisiones que creyera oportuna sobre la marcha. Ante la proximidad de un ejército checo antibolchevique, Timofeiev decidió y su decisión fue el último eslabón de un engranaje que salpicó con la sangre de cinco niños a un momento fundacional del estalinismo antes de José Stalin.

Película expiatoria y de fondo noble, El asesinato del zar, cuyas mejores cualidades son obra del dúo de protagonistas, merecería haberse realizado con más cuidado formal, con menos precipitación, aunque probablemente la velocidad con que los acontecimientos se suceden en la URSS hace inevitable decir deprisa lo que hay que decir.

Afirma Sajanazarov: "La clave de este asunto, lo que importa de él en este momento, es que pone de manifiesto que es imposible construir un paraíso sobre la sangre de niños. Y esta idea no pretendo que sea mía: Dostoievski lo dijo mucho antes del 17 de julio de 1918.

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