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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Otras voces, otros maestros

JAZZ

Marcus Roberts

Marcus Roberts (piano). Colegio Mayor Universitario San Juan Evangelista. Madrid, 30 de abril. Aforo: 400 personas. Precio: 1.500 pesetas.

El caso de Marcus Roberts y el de otros músicos; de su generación se asemeja mucho al de ciertos niños que aburridos de gélidos objetos de juego, exploran el misterioso desván de la abuela, abren el baúl más arrinconado y encuentran con sorpresa en su interior juguetes fantásticos de otra época que les marcan para toda la vida. Cuando palpan sus formas, estudian sus recovecos y aprenden sus complicados mecanismos se les abre un infinito panorama de posibilidades de diversión: un descubrimiento afortunadísimo.Roberts (ciego desde los cuatro años) intuyó desde bien pequeño que en Duke Ellington está resumido casi todo lo que tiene de valioso el plano en el jazz. Para completar, sumó más tarde a su lista de élite a Thelonious Monk, a Jelly Roll Morton y a otros músicos, no sólo pianistas, inventores de sonidos genuinamente enraizados en la sociedad que les tocó describir. Una imponente galería de celebridades en la que Roberts entra de puntillas como si fuera un templo sagrado.

Piano

Precisamente en una catedral y con un gran Steinway están grabados la mayoría de los temas incluidos en sus dos últimos discos, Alone with three giants y Come all ye faithful. Dos trabajos a piano solo que se están vendiendo en cantidades sorprendentes. Para el San Juan Evangelista era un reto formidable colmar los escrupulosos deseos perfeccionistas de Roberts, pero todo salió a pedir de boca. El Stainway situado sobre el esceriario respondió con gallardía y, por otra parte, como las paredes del colegio también tienen algo de santuario, se crecieron para devolver puros los exquIsitos sonidos de Roberts.

Su planismo se aposenta en el blues. Lo toca a relajado paso de hombre, sin arrastrarlo ni ponerlo al galope corno es norma común en músicos con menos instinto y sensibilidad. Su pulsación culta y refinada sabe extraer la ironía de Monk (Trinkle tinkle), el ensoñador romanticismo de Ellington (Mood indigo) y la pizca de alboroto que requieren las piezas de Morton (The jungle blues).

Interpreta preciosas baladas tan conocidas como The nearness of you, y otras tan olvidadas como I wish you love. Lo mismo hace apartadillos con un puñado de teclas para hacerlas sonar como una cajita de música que abre los brazos las abarca en toda su extensión para recordar a una gran orquesta. Su articulación es clara y, precisa, su sonido bellísimo, y su sentido del tempo perfecto. Lo mejor, sin embargo, es que sólo tiene 27 años y le queda toda una vida por delante para que los patriarcas del jazz les sigan inspirando con tanto acierto.

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